Dice Sebastián Hiriart que su opera prima A Tiro de Piedra (Mëxico, 2010) fue inspirada en el encantador cuento El Hombre que Soñó, de Las Mil y una Noches. Más allá de la anécdota de corte borgiano -¿influencia de su señor padre, el gran Hugo Hiriart?-, la propia realización de la cinta parece haber sido un sueño cumplido: he aquí una pequeña película, sencilla y honesta, hecha con muy poco dinero, sobre la marcha, improvisando situaciones y diálogos, con un actor profesional (el ubicuo Gabino Rodríguez) rodeado de intérpretes no profesionales. Y, sin embargo, aunque la cinta podría verse como el capricho de un joven heredero de artistas e intelectuales -el padre, Hugo Hiriart; la madre, la cineasta Guita Schyfter-, la realidad es que A Tiro de Piedra es una obra modesta pero inteligente, sin miserabilismos chantajistas pero también sin concesiones facilonas. Vamos: ya sé que lo que voy a afirmar no es decir mucho, pero A Tiro de Piedra es el mejor estreno de cine de ficción nacional en lo que va del año.Jacinto (Gabino Rodríguez) es un solitario y soñador muchacho que vive -perdón: vegeta- en Las Cabecitas, un rancho pinchurriento cerca de Matehuala. Jacinto no padece hambre ni vive en la miseria, pero de todas formas quiere irse de ahí, aunque no sabe para qué o hacia dónde. De algo sí está seguro: "ya me aburren las cabras". Así pues, cuando encuentra tirado un llavero que tiene dibujado un paisaje montañoso de Oregon, Jacinto conecta este "mensaje" con un sueño recurrente que ha tenido mientras dormita "cuidando" las cabras en plena canícula. Jacinto toma "prestado" todo el dinero que tiene su tío y se va a los "yunaites", a ese sitio ensoñado que señaló el llavero: Sprague River, Oregon.Sí, ya sé: ooootra película sobre un sufrido paisano que quiere cruzar para el otro laredo. Lo que sucede es que no es exactamente "ooootra película". Aunque el tono mesurado y hasta delicadamente humorístico de algunos segmentos del filme nos pueden remitir a la ligeramente superior Norteado (Pérezcano, 2009), la realidad es que A Tiro de Piedra se gana su propio espacio en la filmografía reciente sobre el tema gracias a su personaje central, este inarticulado Jacinto Medina, una suerte de niño crecido, que interpreta a la perfección Gabino Rodríguez. Jacinto está construido como un personaje real, genuinamente humano, que puede pedir en algún momento nuestra conmiseración para luego demostrarnos que no la merece. El otro elemento a notar es la trama misma, ideada e improvisada sobre la marcha por Hiriart y Rodríguez: la trayectoria de Jacinto tiene sus cimas -el encuentro con la infaltable puta, la solidaridad de un gringo en motocicleta, la ayuda que le prestan los trabajadores de un cafetín- y sus simas -el desencuentro con los braveros primos de la puta, el robo de su equipaje, la transa que le hace un chicano abusivo-, quiere ganarse una lana de manera honesta -pide trabajo infructuosamente en San Francisco- pero no duda mucho en bajarle su bolsa a una gringa o en agarrar a pedradas a otros gringos que lo están molestando. Es decir, ni Jacinto ni sus aventuras/desventuras apelan al chantaje ni al miserabilismo. He aquí la historia de un pobre diablo que por aburrición se fue lejos de sus cabras y así le fue: a veces mal, a veces bien. Le fue, en todo caso.Hiriart ha dicho que la película se hizo sobre la marcha y estilísticamente eso se nota: aunque por ahí se cuela alguna imagen de tarjeta postal -un bellísimo contrapicado de Jacinto caminando mientras al fondo del encuadre se dejan ver unas nubes al atardecer-, la película ha sido realizada con más funcionalidad que elegancia. Y esto lo digo, que conste, como un elogio: Hiriart se desentiende del personaje sufridor musitando profundeces mientras mira a una pictórica lontananza y, en contraste, nos entrega un puñado de escenas cortas, bien montadas, decentemente dialogadas, que duran el tiempo preciso. Es poco, puede ser, pero es un alivio.
Dice Sebastián Hiriart que su opera prima A Tiro de Piedra (Mëxico, 2010) fue inspirada en el encantador cuento El Hombre que Soñó, de Las Mil y una Noches. Más allá de la anécdota de corte borgiano -¿influencia de su señor padre, el gran Hugo Hiriart?-, la propia realización de la cinta parece haber sido un sueño cumplido: he aquí una pequeña película, sencilla y honesta, hecha con muy poco dinero, sobre la marcha, improvisando situaciones y diálogos, con un actor profesional (el ubicuo Gabino Rodríguez) rodeado de intérpretes no profesionales. Y, sin embargo, aunque la cinta podría verse como el capricho de un joven heredero de artistas e intelectuales -el padre, Hugo Hiriart; la madre, la cineasta Guita Schyfter-, la realidad es que A Tiro de Piedra es una obra modesta pero inteligente, sin miserabilismos chantajistas pero también sin concesiones facilonas. Vamos: ya sé que lo que voy a afirmar no es decir mucho, pero A Tiro de Piedra es el mejor estreno de cine de ficción nacional en lo que va del año.Jacinto (Gabino Rodríguez) es un solitario y soñador muchacho que vive -perdón: vegeta- en Las Cabecitas, un rancho pinchurriento cerca de Matehuala. Jacinto no padece hambre ni vive en la miseria, pero de todas formas quiere irse de ahí, aunque no sabe para qué o hacia dónde. De algo sí está seguro: "ya me aburren las cabras". Así pues, cuando encuentra tirado un llavero que tiene dibujado un paisaje montañoso de Oregon, Jacinto conecta este "mensaje" con un sueño recurrente que ha tenido mientras dormita "cuidando" las cabras en plena canícula. Jacinto toma "prestado" todo el dinero que tiene su tío y se va a los "yunaites", a ese sitio ensoñado que señaló el llavero: Sprague River, Oregon.Sí, ya sé: ooootra película sobre un sufrido paisano que quiere cruzar para el otro laredo. Lo que sucede es que no es exactamente "ooootra película". Aunque el tono mesurado y hasta delicadamente humorístico de algunos segmentos del filme nos pueden remitir a la ligeramente superior Norteado (Pérezcano, 2009), la realidad es que A Tiro de Piedra se gana su propio espacio en la filmografía reciente sobre el tema gracias a su personaje central, este inarticulado Jacinto Medina, una suerte de niño crecido, que interpreta a la perfección Gabino Rodríguez. Jacinto está construido como un personaje real, genuinamente humano, que puede pedir en algún momento nuestra conmiseración para luego demostrarnos que no la merece. El otro elemento a notar es la trama misma, ideada e improvisada sobre la marcha por Hiriart y Rodríguez: la trayectoria de Jacinto tiene sus cimas -el encuentro con la infaltable puta, la solidaridad de un gringo en motocicleta, la ayuda que le prestan los trabajadores de un cafetín- y sus simas -el desencuentro con los braveros primos de la puta, el robo de su equipaje, la transa que le hace un chicano abusivo-, quiere ganarse una lana de manera honesta -pide trabajo infructuosamente en San Francisco- pero no duda mucho en bajarle su bolsa a una gringa o en agarrar a pedradas a otros gringos que lo están molestando. Es decir, ni Jacinto ni sus aventuras/desventuras apelan al chantaje ni al miserabilismo. He aquí la historia de un pobre diablo que por aburrición se fue lejos de sus cabras y así le fue: a veces mal, a veces bien. Le fue, en todo caso.Hiriart ha dicho que la película se hizo sobre la marcha y estilísticamente eso se nota: aunque por ahí se cuela alguna imagen de tarjeta postal -un bellísimo contrapicado de Jacinto caminando mientras al fondo del encuadre se dejan ver unas nubes al atardecer-, la película ha sido realizada con más funcionalidad que elegancia. Y esto lo digo, que conste, como un elogio: Hiriart se desentiende del personaje sufridor musitando profundeces mientras mira a una pictórica lontananza y, en contraste, nos entrega un puñado de escenas cortas, bien montadas, decentemente dialogadas, que duran el tiempo preciso. Es poco, puede ser, pero es un alivio.