A un granado en invierno

Por Agora

(Entre Murcia y Elche)

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¡Qué diligencia tan viva!

Jorge Manrique

Ojalá pudiera retratar la calma

de los granados en invierno,

el abanico negro, cerrado, de sus muñones

descansando en el aire:

la vida intensa de su muerte aparente,

la tristeza de madera de sus ojos

comidos por la tardanza del sol.

Cuando retumba un trueno,

arrugando las orillas de los huertos,

las higueras se tensan

en rudos relámpagos de verdores;

los frutales cambian de postura,

y rompen hacia el cielo

una segunda lanza de azahar;

mientras tú, granado, vas hacia tus espinas,

hacia dentro de tus ramas: por ti te adentras.

Qué cárcel pesa menos que la tuya,

qué muerte se resuelve en más renacimiento.

En tu serena aceptación lee

el poeta su propia melancolía.

Hace de ti una imagen

de su dolor, y pasa,

como todos pasamos.

Pero, por el camino,

el que se aleja lleva

una luz en el hombro.

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Eras tú el dador;

nosotros los paseantes, los pobres,

los necesitados de esperanza.

Eras tú el dador

de la promesa de renacer.

De tus granadas secas

brotarán unas alas.

Qué diligencia tan viva.

Misterio, tan granado.

Fulgencio Martínez