Después de varios días sin poder publicar, he decidido transcribir el poema de un escritor español que me gusta mucho, el señor Vital Aza.
Además, es el escritor autor del libreto de la zarzuela El Rey que rabió, con música de Ruperto Chapí, cuyo Preludio se encuentra sonando de fondo.
A UNA SEÑORA EN LA SENTIDA MUERTE DE SU PERRITO
Hoy, señora, me he enterado,
y, ¡oh. Dios! sintiéndolo mucho,
de que el pobrecito chucho
falleció el jueves pasado.
¡Pobre Jazmín! En mi afán
recuerdo con interés,
que hace poco más de un mes
me echó a perder un gabán.
¡Con qué cariño salía
a verme, si yo llamaba!
¡Siempre, siempre me ladraba!
¡Siempre, siempre me mordía!
Eramos, sin duda, aquí,
incompatibles los dos...
¡Pero, señora, por Dios,
no se ponga usted así!
¡Mire Usted que me incomodo!
¡Cese ya tanta agonía!
No hay razón, señora mía,
para llorar de ese modo.
Calme usted su acerbo llanto,
y salga usted de su encierro.
¡Bueno que se sienta a un perro,
pero, señora, no tanto!
¿Que siempre le ha de llorar?
¿Que no halla consuelo ahora?
¡Pues no ha de hallarlo, señora!
¡Dónde vamos a parar!
Cierto que era muy bonito;
cierto que usted le quería;
¡cierto que usted no tenía
más familia que el perrito!
Mas comprenda en su aflicción
para alivio de sus males,
que todos somos mortales...
salvo la comparación.
¡Tanto pesar no me explico!
Reflexione usted que llora '
cinco céntimos, señora,
es decir, ¡un perro chico!
Y por mucho que valiera ^
tal perro, comprenda usté
que no hay razón para que
se ponga de esa manera.
¿Que a quién le va usted a dar
la sopa de chocolate?
¡Señora, qué disparate!
¡Pues yo la vendré a tomar!
Si por eso llora así,
yo, por complacerla a usté,
todos los días vendré
a desayunarme aquí.
¿Que me burlo? No, señor.
Comprendo lo que usted siente.
Si me ofrezco es solamente
por hacerla a usté un favor.
No me burlo, lo repito.
¿Que la ofendo a usted así?
Pues más me ofendiera a mí,
el reemplazar al perrito.
En fin, eso no me altera;
lo que sí me altera, y mucho,
es el ver que por un chucho
llore usted de esa manera.
¡Una semana cabal
llorando sin tener fin,
desde que le dio a Jazmín
el ataque cerebral!
!Ay, qué recuerdo, señora!
¡Cuando há un año se murió
su esposo, usted le lloró
escasamente una hora!
¡Y hallar razón no he podido
ni podré hallarla jamás,
para que usted sienta más
a un perro que a su marido!
V. A