Una mañana, sobre un lecho de hierba había tumbada una mariposa. Su cuerpo largo y esbelto y sus alas con hermosos colores (verde, azul, amarillo, naranja y rojo) estaban recubiertos de un polvito dorado que le hacía brillar con los rayos del sol. A simple vista nada le distinguía del resto de compañeras de su especie, pero ella... no podía volar.
Para una mariposa, el salir del capullo supone un esfuerzo ímprobo, que es el que le permite empezar a revolotear y levantar el vuelo. Sin embargo esta mariposa se quedó en la tierra con las alas bajas. Todo su ser le empujaba a ir con sus hermanas, pero era imposible. Como si tuviera un enorme peso encima se sentía "atada" al suelo. No conseguía remontarse. Quería volar, pero era imposible. Sus alas eran inútiles adornos.
Las otras mariposas le gritaban para que volara, pero ella les decía: "Prefiero mirar, así me divierto más". ¡Pero qué largo se hace el tiempo cuando hay sufrimiento! Los minutos le parecían horas y las horas días. Allí, esperando...
Un sapo verde y feo se le acercó con la evidente intención de cenar. Cuando estaba a punto de lanzarle la lengua, la mariposa le sonrió y este sorprendido detuvo su intención.
- Señor sapo, ¿usted también está solo?
- Paseaba por ahí y te vi.
- Mis hermanas andan por ahí volando por primera vez.
- ¿Y por qué no estás con ellas?
- Yo no puedo volar. Quiero y no puedo. No soy capaz. No se por qué, pero no soy capaz.
- Tienes miedo - le contestó el sapo-. Tanto miedo que te paraliza. No crees en tus propias fuerzas. Si no lo intentas nunca, no sabrás de lo que eres capaz.
- ¿Y si no puedo?
- Pues si no puedes, no puedes; pero a mí en tu lugar, me gustaría saberlo.
La mariposa se puso de pie, extendió las alas, las agitó y su cuerpo poco a poco empezó a elevarse. ¡Qué placer! ¡Podía volar!. El cielo se extendía y era suyo. La alegría le embargaba. Era feliz.
- Gracias - gritó al sapo con una reverencia mientras este se retiraba hambriento...
La mariposa se llevó algunos árboles por delante y se dio varios golpes pero no importa, son los golpes de la vida vivida. Su valiente decisión, aunque dificultosa, no fue equivocada. Lo que pasa es que la vida -cualquier vida- es así: requiere esfuerzo.
Buen regreso a todos.