Revista En Femenino

A veces la vida nos sacude y zarandea tan fuerte…

Por Espaciodecrianza

A veces la vida nos sacude y zarandea tan fuerte que nos hace dudar de si vamos a poder levantarnos del suelo. Menos mal que la naturaleza de la mujer es tan sumamente poderosa que por más baches que haya en el camino, ahí estamos, siempre alerta…

Esta carta que ha mandado una lectora al blog describe una de esas sacudidas; imprevista, fuerte, dura, injusta…  Ella es tan sabia que conoce exactamente cómo parar su particular vendaval, y es tan generosa, que lo comparte aquí.

Gracias, es un regalo para todas 

A veces la vida nos sacude y zarandea tan fuerte…

Es difícil expresar el proceso por el que hemos pasado y que la gente lo entienda. Y es que hoy, al día siguiente del legrado me he dado cuenta de que no podía hablar con nadie de mi entorno que me entendiera y eso precisamente provoca más dolor aún. Tus seres queridos, conocidos y desconocidos intentan animarte, consolarte, que estés bien lo antes posible. Pero no entienden el por qué de tu tristeza. Yo nunca he querido ser madre a toda costa en cualquier momento de mi vida. Iba a ser madre y perdí a mi bebé de 9 semanas. Ya me sentía madre.

Todo empezó hace 3 años cuando decidimos tener hijos. Después de un año de búsqueda acudimos al médico y nos realizaron diferentes pruebas. Ahí descubrimos cual era la causa de nuestra infertilidad. Casualmente yo descubrí también que tenía un mioma (pero no era la causa de la infertilidad) y decidí operarme porque en caso de tener que ir a la consulta de fecundación in vitro, por protocolo, no comenzaría el tratamiento hasta que me lo quitaran. Lo cuento porque después me vino bien haber pasado por esta experiencia…

Un año después, recibimos la llamada del hospital para ir a la consulta de fertilidad.

Teníamos muchas pruebas ya realizadas y pudimos empezar relativamente pronto con el tratamiento, siete meses después… para una pareja que pasa de los 35 años te aseguro que se hace muy largo. Mientras, seguíamos intentándolo porque había posibilidad de quedarnos embarazados por nuestra cuenta, la probabilidad era muy baja, pero no era imposible.

Llegó la hora de empezar y dieron comienzo las idas y venidas al hospital. Empiezas a pincharte diariamente en la tripa para estimular los ovarios y cada dos días vas a consulta para ver cómo respondes al tratamiento… esto durante aproximadamente 12 días, lo que supone una media de 5-6 visitas en 12 días. Después, cuando todo está listo, una punción en tus ovarios: sedación, quirófano, punción… inflamación durante unos días y al tercer día vuelves a la transferencia de embriones… de 12 óvulos solo 4 sobrevivieron y me transfirieron 2.Desde el día de la punción estuve de vacaciones, en casa tranquilamente, esperando (lo que llamamos la betaespera en el mundo FIV)

Fue una espera llena de nervios pero al mismo tiempo llena de ilusión porque los médicos siempre nos dieron muy buenas esperanzas debido a cuál era nuestro problema de fertilidad.

Llego el día 12 postransferencia, et voilà! Positivo!

Fueron momentos llenos de felicidad que compartimos con familiares y amigos más cercanos porque ya sabían de nuestro proceso. No ocultamos nada porque pensábamos que el proceso sería más fácil si sabían nuestro problema y asi evitábamos preguntas incómodas del tipo: “y vosotros, para cuando? Que se os va a pasar el arroz”. Estábamos eufóricos

A los 15 días del positivo teníamos que ir a la consulta FIV, y así hicimos. Primera consulta, jueves, otra ecografía transvaginal (me hacían una siempre que iba para seguir la evolución de mis órganos reproductores) y primer susto a las 4 semanas de embarazo. “No hay nada, puede que sea ectópico. Te vamos a hacer una beta en sangre para ver si ha aumentado. Mañana por la mañana te llamamos para contarte cómo ha ido”. Sales de la consulta destrozada y te vas a casa llorando porque todos los esfuerzos no han servido de nada.

Te levantas pensando solo en esa llamada, intentando ser positiva, te vas a trabajar, pensando en la llamada, y trabajas pensando el la llamada. Por fín, a las 12:30,se produce la llamada. “La beta está bien, tranquila, pero al ser aún bajita no se ve en la eco. Vente el viernes de la próxima semana”

Vuelves a estar esperanzada y vuelves a sentirte embarazada, vuelves a llorar y a decirte a ti misma que tienes que estar tranquila que no va a pasar nada malo…

Viernes, vuelves a la consulta, con el corazón en un puño. Se ve el saco gestacional!! Beta en sangre y vuelve el martes . Martes, vas ilusionada y ves el saco gestacional y la vesícula vitelina, pero ni rastro de embrión. Otra vez beta y vuelve el jueves.

Jueves, no se ve el embrión y la beta ha aumentado pero no duplica… no va bien. Te citamos el martes con los ecógrafos especialistas y que nos digan ellos.

A veces las ecografías cambian mucho en función de quién la haga y el ecógrafo que usen.. te agarras a un clavo ardiendo. Empiezas a buscar por internet historias de parejas que estuvieron en la misma situación y luego su embrion apareció por arte de magia. Todo el mundo te dice que estés tranquila “todo va a salir bien” ¿Como lo sabéis?

Martes: entro antes a la consulta y en la ecografía sigue sin verse embrión y el saco no ha evolucionado… entramos después en la sala de los especialistas: “no tenemos buenas noticias chicos, el embarazo no ha evolucionado y con 9 semanas ya debería verse un embrión más grande, solo tiene 3mm, y debería tener latido”

La doctora nos explica las opciones que tenemos, el embarazo se ha interrumpido y hay que evacuarlo.

Es un aborto.

Hasta llegar a este punto pasamos 4 semanas sobresaltados, conscientes de que algo no iba bien, pero esperanzados.

Entonces empieza la caída en picado. Ilusiones, planes, sueños… todo eso que ya teníamos en nuestra mente desaparece. Todo lo que has hablado con tu pareja que tendríais que hacer antes de la llegada del bebé. Tus momentos de insomnio por la noche pensando si lo harás bien, si podrás educar a tu hijo correctamente, si le vas a bautizar, a que colegio le llevarías… se esfuma todo. Y con que te encuentras? Con incomprensión total y absoluta

Ese mismo día nos dicen que vayamos a urgencias de materno-infantil para que me den cita al día siguiente y hacerme un legrado.

Elegí legrado yo misma. Las opciones eran irte a casa y tomarte unas pastillas, dolores de regla a lo bestia y evacuar tú misma todo… sola, porque mi marido tendría que seguir trabajando mientras su mujer abortaba en casa sola, o legrado. Tampoco un plato de buen gusto pero en un hospital, controlado y rápido. Y lo quise rápido, sí.

Otras mujeres lo prefieren en casa, supongo que cada una tenemos nuestros motivos. Yo quería poner fin a la tortura, a la ansiedad, al ir y venir del hospital, al mal sueño que había supuesto mi embarazo desde los primeros 15 días y que realmente no pude disfrutar ni un momento. Me ponía audios de meditación para conectar con mi bebé… intentando que me escuchara y eso le hiciera agarrarse fuerte y seguir adelante. Pero a la hora de abortar todos lo tratan como algo que hay q sacar de ahí y olvidar lo antes posible. Que contradicción.

Quería, en definitiva salir del hospital, meterme en casa y llorar

Llegamos a urgencias y la visión era espeluznante. Yo, con mi tripita (al pasar por la estimulación me salió tripa muy pronto y no podía llevar mis pantalones habituales) sabiendo que ahí ya no había nada vivo y a mi lado una mujer que llegó después que yo, entro a la sala y salió diciendo a sus familiares que estaba embarazada. Todos la felicitaban, gritaban…

Otra mujer, que venía a monitores y a la cual le iban a provocar ya el parto.Una mujer entró de urgencias, estaba de parto y oía los gritos desde fuera. Así durante 3 interminables horas.

Mi marido, a la segunda hora, entro a preguntar. La médico (mujer) le contestó que las prioridades la marcaba ella. Yo no era prioritaria, a fin de cuentas mi bebe ya estaba muerto.

A la tercera hora entre yo, casi gritando que me dieran mis informes que iba a otro hospital. Me dijeron que me tranquilizara que ya me tocaba. Cómo se tranquiliza a una mujer a la que le acaban de decir que su bebé está muerto, que lleva 3 horas viendo embarazadas y bebés pasar y que espera para que la citen para un legrado. Como puede costar tanto hacer entender a alguien que trabaja en materno infantil que necesitas irte de allí a tu casa a descansar, a llorar y a estar a solas con tu marido.

Entramos, nos explican todo lo que me van a hacer y también intentan animarme con las frases tipo: sois muy jóvenes, tu útero ha respondido bien, el aborto es muy común, son causas cromosómicas por lo que nada de lo que has hecho tiene que ver con el aborto, si una mujer llegara a tener en su vida 10 embarazos dos al menos serían abortos, mujer legrada: mujer embarazada… todo cierto, si. Pero no consuela.

Duelo, tiempo, cariño, apoyo, escucha, respeto; es lo que necesitas.

Sabía qué riesgos tiene un embarazo, sabía que podía perderlo, sabia que no hice nada para perderlo, sabía que soy fértil y mi útero responde bien, que soy joven y puedo volver a intentarlo, sé que volveré a quedarme embarazada; todo eso lo sé. Pero una pérdida se llora y yo he perdido a mi bebé. No di a luz, pero ahí estaba. Desde el día que el test de orina dio positivo, ahí estaba. Y me tocaba la barriga igual que se la toca una embarazada de 37 semanas. Y mis miedos eran los mismos. Solo que en mi caso se hicieron realidad.

“Ponte estas pastillas y mañana a las 8 de la mañana vuelves para hacerte el legrado”

En el informe, escrito a mano ponía que la tomara a las 0hrs, luego descubrí que no era un 0 sino un 6 y pase la noche con mi útero dilatándose, con dolores que no me dejaron pegar ojo desde las 3 de la mañana. Afortunadamente había pasado por la operación del mioma, y sabía de las virtudes de las pastillitas. Por eso aluciné cuando la doctora en urgencias me dijo que “no dolían”. Al llegar al hospital ya estaba sangrando.

En las mismas habitaciones y quirófanos donde me habían hecho la punción y la transferencia, me harían el legrado. Y cuando vuelva a hacerme la próxima FIV, serán las mismas.

Al llegar me pusieron suero y oxitocina para dilatar aún más. Ya tenia dolores muy intensos así que cuando bajé a quirófano y me pusieron la sedación descansé…

Me despertaron y me dijeron que había ido todo bien. Mi marido me esperaba en la habitación con un peluche. Lloré con él. Ahora sí que se había acabado, volvemos a ser tú y yo.

Al rato vinieron las enfermeras me dieron una taza para empezar a beber agua y me informaron de que el alta me lo darían a lo largo de la tarde. Me dijeron que no llorara y volvieron a repetir las famosas frases… Dejadme llorar por favor, lo necesito! Me pregunto si la gente va a un funeral y le dice a un familiar del fallecido que no llore, que ya vendrán otros, que mejor ahora que no dentro de unos meses porque te encariñas más, que en unos meses podrá volver a intentarlo con otra mujer… no, no se hace. Porque entendemos el dolor por el que pasa la otra persona, dejamos que se desahogue y la acompañamos en su dolor, a veces sin decir nada, sólo estando a su lado.

Pero dejé de llorar, me sequé las lágrimas y me dije: “tengo que ser fuerte”

Tuve más dolores, me desmayé en el baño, volvieron a ponerme suero… estaba recién legrada, no era una broma.

Me dieron el alta a las seis de la tarde y llegue a mi casa deseando darme una ducha y meterme en la cama.

Esta mañana comencé a leer un libro que me habían recomendado en un foro “La cuna vacía” de M Angeles Claramunt y entonces me he dado cuenta de lo que estaba haciendo.

Estaba negándome a mí misma sentir dolor, estaba complaciendo el deseo de los demás de verme bien. No, no estaba bien. Nadie mínimamente sensible está bien cuando pierde a un ser querido.

Y lo que es peor, estaba planteándome quedarme embarazada en el menor tiempo posible sin pensar en las consecuencias quepodía tener para el desarrollo de ese embarazo. ¿Quien se lanza en busca de una relación de pareja al mes de fallecer la suya y espera que todo vaya bien?

Todas esas frases “tipo” que intentan consolarte no hacen más que hacerte sentir culpable. Culpable por estar triste, no puedes estar triste, “tu al menos puedes volver a intentarlo”

Necesitaba tiempo, llorar, desahogarme, tranquilizarme, descansar y después ya veremos.

Todos quieren que estés bien, que rápidamente vuelvas a la normalidad y que reemplaces con otro embarazo el vacío que deja un aborto. Pero no es el camino. Cuando mi madre murió hace años, nadie me metió prisa y si alguien lo hubiera hecho le habría mandado al carajo. El duelo lleva su tiempo y ese tiempo solo lo decide la persona que lo pasa.

Sé que resurgiré de mis cenizas, porque lo sé, porque soy fuerte, pero si algo aprendi con la pérdida de mi madre es que el dolor hay que sentirlo, hay que recoger los pedazos y recomponerte. Así se supera, de otra manera se oculta, se aparta y volverá a surgir con el siguiente embarazo, en otro momento y entonces sí será difícil.

Es un tema tabú, cuando te quedas embarazada te cuentan lo bonito del momento y todo el mundo evita hablar de “aborto”. Pero ahí está la muerte. Acechando en cada momento de nuestra vida, siempre, y es tan natural como dar vida. Y debemos respetarla y concederle la importancia que se merece sea cual sea el momento en el que ocurre.

Y está ahí para recordarnos lo grandiosa que es la vida, para recordarnos que traer al mundo a un hijo no es tarea fácil y que debemos debemos sentirnos privilegiados el día que ponen a tu hijo sobre tu pecho.


Archivado en: PSICO
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