A veces, una conversación con un amigo puede encender una...

Por Stern @nesuispasjuliet
A veces, una conversación con un amigo puede encender una llama tan fuerte que difícilmente se puede apagar, a menos que la acabemos realizando.
Mi llama se inició en verano, cuando la necesidad de escapar, de huir, de marcharse de aquí tomó tanta fuerza que en ocasiones costaba hasta respirar y entonces, en medio de una conversación nocturna, cuando un nombré tomó fuerza... Londres.

Y esa idea fue creciendo, evolucionando en algo casi vital, algo que ilusionaba y aterraba a partes iguales, algo que fue cambiando con el paso de los días hasta acabar siendo algo completamente diferente a la idea inicial.
Meses de soñar, de imaginar, de esperar, de notar que tu cuerpo seguía aquí pero tu mente ya iba de camino hacia allí, demasiado tiempo hasta que el gran día llegó.
Y volví a lo mismo que hacía tiempo que no sentía.
Maletear con Bowie de fondo ( para no perder esa banda sonora tan importante que me acompaña en los grandes momentos), buscar vuelos, alquilar con ilusión el apartamento, mirar planos, preparar todo aquello que se quiere ver, que se quiere vivir ( aunque pocas veces las cosas salen al 100 % como se planean).
Y la mañana del gran día, cuando estaba en el avión, con los ojos cerrados, esperando el despegue, más que nervios y excitación, que es lo que normalmente siento en cada viaje, tenía una sensación de paz y tranquilidad por todo el cuerpo, con el ansia y la felicidad de los que vuelven a casa, aunque en mi caso era  más el ir a una idea llena de promesas, casi como la antigua tierra prometida.































Y fue extraño, porque nada más llegar, al salir del aeropuerto, al notar el gélido frío azotar la piel de mi cara, me supo casi como una caricia de bienvenida, un beso de " te he estado esperando".
Y la paranoia principal al subir al autobús que nos llevaría a la ciudad, conduciendo por el lado contrario al nuestro ( parece una tonteria, pero a mi me pareció divertidisimo), acabó siendo uno de los viajes en coche más placentero y precioso de mi vida, pasando por todos aquellos prados que parecían sacados de una novela de Jean Austen, con sus cottage, sus granjas de caballos... - y me extraña que ya en ese momento no me diese cuenta de que acabaría enamorándome de aquello sin remedio-.
Y al llegar a la ciudad, al pisar al fin sus calles, especialmente la calle donde nos dejó el autobús, Baker street, me pareció pura magia, casi como una señal de que aquello marcaría mi vida, porque si, por si no lo sabíais, una de mis grandes amores literarios es Sherlock Holmes ( y lo primero que pisas de Londres es su calle, emociona y mucho).

Y bueno, resumir 6 días Londinenses, me resulta casi imposible por el simple hecho de que soy casi incapaz de omitir nada para poder hacer un buen resumen, así que no explicaré lo que hice, ni lo que sentí en cada momento, quizás eso lo leáis algún día en papel o en mis últimas palabras antes de partir... esas cosas nunca se saben...
Pero solo diré que llevo mucho tiempo perdida porque no se qué quiero ni hacia donde voy, que he hecho en 4 años un gran cambio en mi vida ( de hecho, he empezado de cero completamente y ha salido bien), he tenido varios puntos de inflexión con ciertos viajes y ciertas situaciones, pero que Londres, sin ninguna duda, ha acabado suponiendo más de lo que esperaba, más de lo que la idea principal me prometía. Ha acabo siendo un punto y a parte en mi vida, ese instante que te cambia ( y creédme cuando digo que noto que no soy la misma que hace unas semanas) y que hace que nada vuelva a ser igual.
Sigo sin saber lo que quiero o hacia donde voy, pero empiezo a saber con seguridad aquello que no quiero y aquello que quizás espero de la vida y qué estoy dispuesta a jugarme en la gran apuesta de la vida.
No se como se verá todo esto reflejado en el blog y en mi día a día, pero se que no flaquearé y que tendré a quien realmente tiene que estar, a mi lado, haciéndome sentir segura sobre cada paso del camino.

Yo empecé en Barcelona, me paré en Madrid y cambié en Londres ( aunque hubo más entre medio) y esas pequeñas cosas son de las que más orgullosa me siento, haber sabido guiarme por aquello que me decía hacia dónde hacer mi siguiente movimiento. París será quizás mi transformación definitiva ( o eso espero, por el amor que siento por ella) pero el sabor dulce y frío de Londres me va a acompañar hasta el final de mis días. Y no hay nada que me guste más.