El rayo es una poderosísima descarga natural de electricidad estática, producida durante una tormenta, que genera un pulso electromagnético. Esta descarga se manifiesta ante nuestros sentidos de dos maneras: a través de una cegadora emisión de luz (el relámpago), causada por el paso de corriente eléctrica que ioniza las moléculas de aire, y con el sonido de la onda de choque (el trueno) causada por el calentamiento súbito de la masa de aire que aumenta de volumen y se expande a gran velocidad, pero que al mezclarse con el aire frío del entorno baja bruscamente su temperatura y se contrae.
La luz de un relámpago ilumina con un fogonazo intermitente el interior de una habitación vacía. La ciencia nos ha enseñado que no se oye nada aún: tardará aún unos segundos (uno… dos… tres… cuatro) en llegar el bramido del trueno, por aquello de que el sonido se propaga a menor velocidad que la luz. Cuanto más cercano es el lugar de la descarga eléctrica, menor es el intervalo entre y uno y otro, mientras que conforme nos alejamos de la descarga eléctrica, aquel se ve aumentado. Midiendo el tiempo que pasa entre el relámpago y el trueno se puede estimar la distancia, de forma que cada 3 segundos de retraso significará aproximadamente 1 km. Así, solo existirían dos casos en los que esa diferencia es cero: la poco recomendable situación de estar situados exactamente en el lugar de caída del rayo, y esta formidable canción de The XX contenida en su “I See You” (2017), cargada de tan poderosísima energía que podría haber dado alumbrado por si sola cien mil pistas de baile (la letra habla paradójicamente de escapar del ruido y encontrar un lugar silencioso), y que sin embargo suena con la vibración terrible de un trueno rasgando un silencio de plomo. 2020, y sigo sin cansarme.