No es mal comienzo ese para una encíclica, "Laudato si", la primera del papa Francisco, que se estrena con un llamamiento a la solidaridad entre los hombres y entre estos y nuestra casa común, nuestra madre Tierra. La pueden leer en el enlace anterior. La profesora Teresa Ribera, exsecretaria de estado para el cambio climático en el último gobierno socialista de Rodríguez Zapatero, se hace eco de la misma en un artículo de hoy en El País, titulado "El G7, la ministra republicana y Su Santidad", en el que se pregunta si se ha acabado el tiempo para que la política convencional resuelva con firmeza el reto del cambio climático. Una pregunta a la que responde que no, pero que, ciertamente se van a necesitar unos cuantos revulsivos fuera del contexto habitual, una gran dosis de coherencia y mucha inversión en capital político por parte de quienes tienen capacidad para hacer la diferencia.
El Papa subraya, sigue diciendo que el cambio climático no es un asunto científico o tecnológico sino una amenaza para la justicia y la paz, una vergüenza para la gran familia humana a quien corresponde gestionar temporalmente los recursos de la creación con vocación solidaria y de justicia. ¿Quiere esto decir que la Iglesia mantiene su capacidad para seguir pensando y que su máxima autoridad afirma su voluntad de conectar con los problemas de la gente y la injusticia en el mundo? Eso parece.El G7 es más prosaico, añade, y fija su atención allí donde su actuación debería tener más incidencia en la realidad mundana: la energía y las finanzas. En el comunicado final de Elmau, sus líderes invocan el desarrollo sostenible y la seguridad alimentaria como argumentos centrales para la reacción colectiva. Sus conclusiones no incorporan nuevos objetivos climáticos pero constituyen desarrollos prácticos imprescindibles para abordar con éxito esta crisis: un perfil energético sin carbono, alineamiento coherente de las medidas y políticas para conseguir economías bajas en emisiones y referencias claras a la financiación climática más allá del cumplimiento del compromiso de movilizar 100.000 millones de dólares año a partir de 2020. Todavía les falta un paso: no se trata sólo de asegurar la disponibilidad de una cantidad abultada de recursos sino de conseguir que cualquier decisión de inversión, cualquier valoración financiera incorpore un nuevo entendimiento de los riesgos y las oportunidades basados en la intensidad de carbono que lleva aparejada y la resiliencia a los impactos de un clima distinto. Un aviso para navegantes: ¡ojo con sobrevalorar sus inversiones en combustibles fósiles porque podrían llevarle a la ruina!
Sentido de la justicia, necesidad de seguridad, solidaridad y cobertura de riesgos climáticos para los más vulnerables, energía y finanzas…, añada como conclusión, son todos ellos asuntos que van más allá del espacio negociador de clima en Naciones Unidas. Es importantísimo alinear mensajes y políticas más allá de las negociaciones, pero ahora queda descender del comunicado y la encíclica a la realidad: a la instrucción concreta para resolver problemas y alinear de forma congruente las políticas en el caso de unos; para que la moral y el sentido de la solidaridad y la justicia se impongan sobre el prejuicio interesado o ideológico en el caso de otros. Corresponde a esos mismos líderes ahora pasar del dicho al hecho… Esperemos, eso sí, que lo hagan acortando rápidamente el trecho.
Y ahora, como decía Sócrates, "Ιωμεν", nos vamos. Sean felices, por favor. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 2343elblogdeharendt@gmail.com"La verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura" (Voltaire)