[A vuelapluma] Fe en la Unión Europea

Por Harendt



De no mediar una refundación con entidad suficiente se nos complicará el futuro comunitario. Alemania, Francia, España e Italia deben abanderar el proceso, desarrollar grandes reformas e impulsar una Europa de varias velocidades, escribía en El País hace unas semanas Josep Antoni Duran i Lleida (1952), político español de ideología democristiana y catalanista, que fue vicepresidente de la Internacional Demócrata Cristiana, presidente de Unión Democrática de Cataluña, secretario general de Convergencia y Unión, presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores del Congreso durante más de once años y miembro del Parlamento europeo. Se supone que sabe de lo que habla. "Todas estas borrascas que nos suceden son señales de que presto ha de serenar el tiempo y han de sucedernos bien las cosas...”. Palabras de Alonso Quijano, que Cervantes recoge en la primera parte de Don Quijote, tras atacar el hidalgo ovejas y carneros en un fantasioso arrebato contra Alifanfuón y que me parecen útiles para abrir una reflexión sobre la UEl comienza diciendo. Lejos de las noveladas andanzas del ingenioso protagonista, la cronología política europea de los últimos meses recuerda el axioma cervantino de que el mal, como el bien, no es posible que sean eternos.Efectivamente, hace tan solo tres meses, la Unión Europea estaba amenazada por negruzcas borrascas. A los nubarrones del Brexit y de Trump, se superponía el posible triunfo de la extrema derecha en Holanda y en Francia. Afortunadamente, la realidad nos va alejando de las amenazas de un cosmológico Big Bang europeo. Primero fue en los Países Bajos donde se noqueó al populismo xenófobo y eurófobo de Wilders. En el siguiente round, Macron derrotó a la Le Pen en las presidenciales francesas. Y recientemente, May y las posiciones a favor de un Hard Brexit, han salido debilitadas de las urnas británicas.Pero aunque las borrascas se hayan alejado momentáneamente del cielo europeo, los males que aquejan al proyecto común no se solucionarán por sí solos. El Papa Francisco, en su discurso ante los dirigentes europeos reunidos para conmemorar el 60 aniversario de Tratado de Roma, evocó la fe que los líderes de la época tuvieron en las posibilidades de una Europa mejor, recordando que “no pecaron de falta de audacia y no actuaron demasiado tarde”. Estos dos conceptos, audacia y diligencia son a mi juicio, claves del moméntum europeo. Hace pocos días tuve la ocasión de participar en un acto en Madrid convocado entorno al sugerente dilema de Refundación o desintegración. No me cabe la menor duda, como allí manifesté, que de no prosperar la primera opción se produciría inevitablemente la segunda. No es que sea pesimista, sino que ejerciendo de realista estimo que de no mediar una refundación con entidad suficiente, se nos complicaría ese futuro europeo en el que siempre he tenido y sigo teniendo fe.¿Cuándo debe impulsarse esa audaz y pronta refundación? No antes, como es lógico, de las próximas elecciones alemanas. Pero tampoco mucho después. Gane Merkel o lo haga Schultz, el próximo Gobierno alemán será sólidamente europeísta. Habrá llegado el momento de la verdad. O se avanza o nos quedaremos divididos y fuera de juego del concierto internacional. Alemania debe ser motor de la refundación y sería bueno que renovara el compromiso que el año 1951 Adenauer expresó solemnemente con estas palabras: “Nuestros planes no son egoístas”.Francia debe acompañar a Alemania en este proceso. Históricamente la Unión Europea ha profundizado en sus objetivos cuando el eje franco-alemán ha tenido el buen engrase de las relaciones personales de sus líderes. Ahora les toca a Macron y a Merkel. Hoy, por el momento, la UE no esta equilibrada, ya que tiene un exceso de peso de Alemania, pero Francia no podrá participar en el liderazgo sin antes reforzarse y modernizarse para recuperar la fuerza perdida. Si Macron no emprende las reformas económicas que sabe que su país necesita, quedará lastrado para este enorme reto. Hoy, además, ya no es suficiente la asociación privilegiada entre Francia y Alemania para liderar una acción transformadora. La UE de los 27, no es la de los 6 del Tratado de Roma, ni la de los 12 del de Maastricht. España e Italia deberían incorporarse al núcleo impulsor de la refundación europea. Aunque sería óptimo contar también con Polonia, atendiendo así la realidad del Grupo de Visegrado. Soy consciente de que estoy proponiendo un núcleo intergubernamental, a la par que defiendo que Europa debe dejar de pensar en términos nacionales. Algo realmente contradictorio, pero difícilmente se podrá llegar hoy a políticas de ámbito comunitario sin contar con los Gobiernos.Para sumarse a este liderazgo, tanto Italia como España necesitan también resolver sus problemas internos. Italia tiene reformas estructurales pendientes. España está más avanzada en lo económico, pero le sobran problemas políticos. La corrupción debilita al Gobierno y la incapacidad de unos y de otros de crear un clima de sosiego, estabilidad y diálogo entre las principales fuerzas políticas disminuye la capacidad de liderazgo. Pero me temo que no sea simplemente esto lo que nos falte. Da la sensación, de que no acabamos de asumir con hechos que no sólo podemos, sino que debemos ser también referente del núcleo refundador de la Unión Europea.

El proceso de refundación debe emprenderse tan pronto como Alemania tenga un Gobierno. Y si Alemania junto con Francia, más España e Italia, deben ser sus impulsores habrá que concretar el cómo y el qué. Aunque se presente como una novedad, que no lo es, la Europa de varias velocidades debe ser el método a seguir. Empezando por profundizar la integración en la zona euro, consolidando como irreversible la moneda común sin que esto sea excluyente de nadie. El tren europeo debe seguir su marcha y a bordo subirán los que quieran.

No obstante, concluye diciendo, para que la refundación no quede en grandes discursos, será mejor avanzar en aspectos concretos como Schuman proponía. Acompasar grandes reformas con propuestas más sencillas: Unión Fiscal y lo que precise la consolidación de la Unión Económica, descompensada hoy de la Monetaria; defensa común, que la ausencia de británicos puede facilitar; mutualización de la deuda, al menos del 60% permitida por Maastricht, tal como en su día aconsejó Felipe González; elección de un presidente por la ciudadanía, que lo sea de la Comisión y del Consejo; concordar la Europa del Norte con la del Sur, la del Este con la del Oeste; conciliar Schengen con la lucha contra el terrorismo; protegerse mediante acciones comunitarias —no estatales— del terrorismo con una inmigración ordenada, aceptando refugiados ... Y al mismo tiempo, medidas como las que propuso recientemente en Madrid el expresidente del Consejo de Ministros Italiano, Enrico Letta, creando un Erasmus a nivel de bachillerato o constituyendo una circunscripción electoral europea con los 73 escaños que deja libre Gran Bretaña. Todo, menos seguir igual. La timidez europeísta es también nuestra adversaria.


Dibujo de Eulogia Merle para El País
Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt

HArendt



Entrada núm. 3624
elblogdeharendt@gmail.comLa verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)