¡Tú que te sientas en trono resplandeciente, inmortal Afrodita!¡Hija de Zeus, sabia en las artes de amor, te suplico, augusta diosa, no consientas que, en el dolor, perezca mi alma!Desciende a mis plegarias, como viniste otra vez, dejando el palacio paterno, en tu carro de áureos atalajes. Tus lindos gorriones te bajaron desde el cielo, a través de los aires agitados por el precipitado batir de sus alas. Una vez junto a mí, ¡oh diosa!, sonrientes tus labios inmortales, preguntaste por qué te llamaba, qué pena tenía, qué nuevo deseo agitaba mi pecho, y a quién pretendía sujetar con los lazos de mi amor.Safo, me dijiste, ¿quién se atreve a injuriarte? Si te rehuye, pronto te ha de buscar; si rehúsa tus obsequios, pronto te los ofrecerá él mismo.Si ahora no te ama, te amará hasta cuando no lo desees.¡Ven a mí ahora también, líbrame de mis crueles tormentos!¡Cumple los deseos de mi corazón, no me rehúses tu ayuda todopoderosa! Lamento:Dulce madre mía, no puedo trabajar,el huso se me cae de entre los dedosAfrodita ha llenado mi corazónde amor a un bello adolescentey yo sucumbo a ese amor.Safo de Mitilene
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Disfruten de la efeméride. Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 2637elblogdeharendt@gmail.comLa verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)