-Quel spectacle! Moi, c'est fini, je ne vote plus!
-Et pour quelle raison?-Tous les candidats font des discours merveilleux, des promesses incroyables, et quand ils sont élus, rien ne change jamais!-Peut-être parce que ce sont toujours les mêmes qui sont élus.-Pas du tout. Et puis de toute façon, les hommes politiques de droite ou de gauche, c'est la même chose, ils ne cherchent que le pouvoir...El texto anterior está extraído de un curso de francés editado en el año 1991. Su traducción al español, más o menos, sería esta:-¡Qué espectáculo! ¡Se acabó, no voto más!-¿Y por qué razón?-¡Todos los candidatos hacen maravillosos discursos, increíbles promesas, y cuando son elegidos, jamás cambia nada!-Quizá porque siempre son elegidos los mismos.-De ninguna manera. Y de todas formas, los políticos, de izquierda o de derecha, lo mismo da, no buscan sino el poder...Como buen sanchopancista (acabo de terminar mi enésima lectura del Quijote y siempre saco algo nuevo de ella) cabría decir aquí eso de "en todas partes cuecen habas"; o eso otro de "en ningún sitio atan los perros con longanizas"... Bueno, dejémonos de refranes. La realidad es que la política es cuestión de credibilidad. Ya te pueden contar todas las historias que quieran que si no te merecen un mínimo de credibilidad los que la cuentan, por muy subjetiva que esa esa noción, no hay nada que hacer. Y a mí, que me considero de izquierdas, socialdemócrata para más precisión, y progresista, signifique eso lo que signifique, Podemos no me merece ninguna credibilidad. Los demás tampoco; pero ellos, ninguna ¿Y ni siquiera un margen de duda al respecto? Pues no, ningún margen de duda. No les creo, no me fío de ellos. Y no lo siento. Me repatean por su chulería, su suficiencia, por lo qué dicen y por cómo lo dicen; hasta por su pinta...No soy el único al que le pasa. Por ejemplo, Javier Ayuso, portavoz y jefe de comunicación de la Casa Real y del Palacio de La Zarzuela entre 2011 y 2014, escribe hoy en El País un artículo titulado Lo histórico, y el por qué no, que incide en lo que acabo de exponer. La autodenominada nueva política de izquierdas, dice en él, abusa de dos términos que se han convertido en inseparables de cualquier propuesta que realicen: todo es histórico o supone un cambio tan auténtico que solo los inmovilistas se pueden oponer. El ejemplo más claro lo dio el martes Pablo Iglesias al ofrecer al PSOE presentarse en listas conjuntas al Senado el próximo 26 de junio. ¿Por qué no reflexiona Pedro Sánchez antes de oponerse a un acontecimiento histórico?, venía a decir el líder de Podemos.Para empezar, las listas conjuntas de la izquierda al Senado, añade, no son nada nuevo, y mucho menos histórico. Joaquín Almunia (PSOE) y Francisco Frutos (IU) acordaron en el año 2000 presentarse de forma conjunta a la Cámara Alta en 27 provincias, con el resultado de una mayoría absoluta del PP de José María Aznar en el Congreso y el Senado.Hay dos posibilidades. O Pablo Iglesias, profesor de Ciencias Políticas y viejo militante comunista (o sea de IU), no conocía ese hecho, lo cual le deja en mal lugar; o lo sabía perfectamente, sigue diciendo, y sencillamente prefirió regatear la realidad para empezar su bombardeo de propuestas agresivas a (o contra) Sánchez, para tener la manija de la agenda política en estos 40 días que quedan hasta las elecciones.Menos mal que Pedro Sánchez y Susana Díaz han puesto las cosas en su sitio, dice más adelante, de forma rápida y contundente, afirmando que no van a entrar en los jueguecitos de Podemos. Ya lo que le faltaba al PSOE es que se dejaran llevar al huerto por el partido morado y se olvidaran de presentar una propuesta ilusionante para los españoles de centro izquierda e izquierda.El problema de fondo es que Iglesias y su tribu piensan (o dicen que piensan) que están haciendo historia. Puro adanismo. Como si antes de que ellos llegaran a la política, puntualiza, nadie hubiera luchado por la democracia y las libertades, desarrollado un Estado de bienestar o puesto en marcha mecanismos contra la desigualdad.Además de presumir de estar escribiendo la historia, los líderes de Podemos y de todas sus confluencias han impuesto un nuevo estilo político basado en el ¿por qué no? Bajo ese paraguas, añade, hacen planteamientos impropios, actúan de forma provocativa o insultan directamente a sus rivales políticos en nombre de la nueva política. Aunque ésta tenga dos varas de medir: una para ellos y otra para los demás.¿Por qué no voy a insultar a los políticos, se pregunta el columnista, con los que quiero pactar (la cal viva del PSOE o el pitufo gruñón de Garzón)? ¿Por qué no voy a proponer incumplir las leyes que no me gustan? ¿Por qué no voy a montar un teatro en el Congreso con bebés, besos y promesas de cargo a lo bolivariano? ¿Por qué no voy a mantener en las listas electorales a una juez acusada de prevaricación? ¿Por qué no vamos a colocar a nuestra familia en cargos públicos o darles contratos? ¿Por qué no proponer que los cargos más importantes de la Administración declaren fidelidad al régimen? ¿Por qué no insultar a los periodistas que no les hacen la ola?Y por qué sí?, concluye. La respuesta más probable que te pueden dar es “porque yo lo valgo”. O, dicho de otra forma, “porque estamos haciendo historia”. Pues a mí no me vale, añado yo.Y ahora, como decía Sócrates, Ιωμεν: nos vamos. Sean felices, por favor, a pesar de todo. Tamaragua, amigos. HArendt
Entrada núm. 2733elblogdeharendt@gmail.comLa verdad es una fruta que conviene cogerse muy madura (Voltaire)