A vueltas con los idiomas

Publicado el 06 diciembre 2012 por Jmbigas @jmbigas

Nunca he sido demasiado sentimental con los idiomas. Su primera excelencia es la capacidad que tienen de permitir entendernos a las personas. Es cierto que cada uno tiene sus propias bellezas, esos giros llenos de sentido que no resultan fáciles de traducir, y que en torno a cada idioma se desarrolla una cierta cultura, una literatura, etc. Pero la Torre de Babel fue un castigo de Dios, no lo olvidemos.

José Ignacio Wert, Ministro de Educación (y más cosas).
Sensible como un azulejo de cocina.
(Autor: Jaime García; Fuente: abc)

Pero de ahí a la sublimación de un idioma, de cualquier idioma, va un trecho que nunca me ha gustado recorrer. Yo soy catalán (nacido en Barcelona) aunque llevo ya muchos años residiendo en Madrid. Hablo catalán con mi familia y con quien se ponga por delante que le apetezca (y sepa) hacerlo. En mi biblioteca personal de unos 2.000 volúmenes, tengo no menos de 70 libros en su edición original catalana (junto a más de 200 en francés, algo más de cien en inglés y el resto en castellano) y cada vez que viajo a Barcelona por cualquier motivo, procuro visitar alguna librería para comprar un par de libros en catalán. Con todo ello solamente quiero ilustrar el hecho de que resulto poco sospechoso de ser anticatalán. El Ministro de Educación del Gobierno de Rajoy, José Ignacio Wert, que no se caracteriza precisamente por su diplomacia, ni por su mano izquierda ni por la mesura de su verbo, tiene a las fuerzas vivas del catalanismo en pie de guerra. Ya rompió hosti(a)lidades con su famosa frase de "españolizar a los alumnos catalanes", que quizá tenga algún sentido positivo pero yo no se lo acabo de encontrar, y ahora ha entrado en guerra abierta con la presentación del proyecto de Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa, la llamada LOMCE. El Govern de la Generalitat (actualmente en funciones) y todos los adalides, voceros y portavoces de lo catalán, del catalán y del catalanismo, han puesto el grito en el cielo, acusando a Wert de querer desmontar todo lo existente en cuanto a escuela en catalán, la llamada inmersión lingüistica y otros temas relacionados, pero igualmente sensibles. Poco está faltando para que le acusen de haber asesinado al President Companys. Siempre me ha costado entender estas reacciones viscerales y victimistas. Podían tener sentido en otros tiempos, pero en la etapa de la democracia y el diálogo (si el PP de Rajoy no la acaba de cancelar, claro) no creo que sea una reacción con la seriedad requerida para temas tan complejos y poliédricos. Una persona iletrada lo será en todos los idiomas que le pongas por delante, mientras que una persona sensible con la cultura, lo será en todos los idiomas que le sea posible conocer. Pero me temo que no estamos hablando de esto. Desde la reciente exacerbación del sentimiento catalanista, incluso secesionista o independentista, me he creado una lista en mi cuenta de twitter (@jmbigas) a la que he llamado Pasión de Catalanes (la frase es copyright de locutor de ustedes, Herrera Carlos). En ella agrupo una cincuentena de fuentes de información (de tweets, de piopíos) que incluyen medios de comunicación, políticos, intelectuales, economistas y periodistas del entorno más claramente favorable a una eventual secesión de Catalunya. A mí me sirve para estar al tanto, de primera mano y sin pasar por la mediatización de la cocina de Madrid, de las reacciones originales de ese entorno. Infinidad de hashtags se han creado al hilo de este enfrentamiento. Quizá el más original sea el de #wertgonya (wertgüenza)

Sobre el tema concreto de la LORME, quizá lo que más me ha sorprendido son unas declaraciones de la consellera d'Educació, Irene Rigau, que recogen diversos medios catalanes (en particular, @324_politica, de la cadena catalana de noticias 24 horas, 3/24). Dice la consellera:
324 Política ‏@324_politica Rigau: "A Wert el que li molesta és l'èxit del model d'immersió"http://bit.ly/11CmxUq
Es decir, A Wert lo que le molesta es el éxito del modelo de inmersión (lingüistica). Toda actividad humana, para poder valorar con razonable objetividad su desempeño debe tener definido un objetivo y una cierta métrica. Así, por ejemplo, los deportes definen el tiempo de realización, o el número de goles, o el número de golpes para meter una pelotita en el hoyo, para medir el rendimiento de los deportistas en las diferentes especialidades. Así, la medida del éxito (o el fracaso) de cada deportista tendrá que ver con su rendimiento de acuerdo a la métrica establecida para el deporte que practica. En lo que se refiere a la educación en España, en cualquier lugar de España, la métrica más conocida puede estar ligada al porcentaje de fracaso escolar, por ejemplo, y el Informe Pisa podría ser un reflejo del relativo éxito o fracaso de un cierto sistema educativo. Desgraciadamente, y de acuerdo a estos criterios, no parece que estemos para tirar cohetes, ni en Catalunya en concreto, ni en España en general.

Irene Rigau (de CiU), Consellera d'Ensenyament
(Enseñanza), que ha puesto en evidencia su poca
(y mala) educación.
(Fuente: ara)

Cuando la consellera habla de éxito del modelo de inmersión, pues, no sé muy bien cuál es la métrica que utiliza, o incluso cuál fue el objetivo definido. Como presupongo que la consellera no es una iletrada, su frase debe significar que el modelo ha conseguido alcanzar en buena medida el objetivo perseguido, que posiblemente no coincida demasiado con los que se evalúan en el Informe Pisa. Me parece muy mal la espantada que la consellera le dio este martes al Ministro, levantándose de la reunión en Madrid incluso antes de haberse iniciado, y ausentándose a continuación. De todo se puede hablar y de todo se debe hablar. Me preocupa la total ausencia de sentido del humor en la vida política pública de este país, entendido en el sentido de la capacidad de auto-des-dramatizarse. Temas realmente intocables, de los que ni siquiera se pueda debatir, en la vida pública española debería haber muy poquitos (a bote pronto, sólo se me ocurre el principio de que la soberanía reside en el pueblo). Para todo el resto, hay colores para todas las opiniones. En particular, me preocupan muy particularmente los que se envuelven en la Constitución (justamente hoy es su Día), como si fuera una roca inamovible. La soberanía de este pueblo la creó en 1978, y la soberanía de este pueblo (creo) que debería perfeccionarla tras tantos años de carrera. Los mismos que la creamos, debemos aspirar a mejorarla y adecuarla a nuevos tiempos.

La consellera se envolvió en el modelo de inmersión y en el agravio a Catalunya, e hizo el ridículo en Madrid.

Volviendo al tema del modelo educativo, si el objetivo del modelo de inmersión es instruir catalanistas, posiblemente sí sea un éxito. Si el objetivo es educar personas en Catalunya, habría que atenerse a las conclusiones de los correspondientes Informes Pisa, y el éxito no es, ni de lejos, la conclusión que se puede extraer. Lo que ocurre es que nos toca asistir a un choque de trenes en la escena política pública española. De una parte un Gobierno neoliberal de derechas, indolente, insensible a todo menos a las penurias de sus amigos, convencido de que disponer de mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados significa que sus opiniones son las del 100% de los ciudadanos del país. Un Gobierno de España, en resumen, con la sensibilidad de un azulejo cerámico. Y, de otra parte, un Govern en Catalunya al que le priva lo identitario y que entra en trance al empuñar el tarro de las esencias para inmolar a los enemigos de Catalunya. Estoy harto de tener que asistir como espectador impotente a esas ceremonias de la disensión y la falta absoluta de entendimiento, porque ninguna de las partes pone ningún esfuerzo y ningún interés en desdramatizarse a sí mismo e intentar comprender a la otra parte. Esas posiciones tan totalmente enfrentadas obligan a todos los ciudadanos a tomar partido (rojo o verde; blanco o negro). Y eso puede traer muchas, muchas, sorpresas. JMBA