Llevaba un par de años (justo el tiempo en que un día, metiendo en hocico en Bandcamp en busca de joyitas, me encontré con ellos) que estaba intentando ir a Madrid a verles en alguno de sus conciertos, pero a los que somos muy de Alcalá de Henares como que ir a Madrid se nos hace eterno... Así que por unas y otras razones, no pude asistir jamás a una de sus oscuras y tensas veladas en 'los madriles'.
Pero mire usted por dónde resulta que va la gente de la EgoLive, y haciendo una vez más gala de buen sentido y eclecticismo sonoro, nos sorprendió este sábado 11 de enero a todos los amantes complutenses de los sonidos Stoner-Rock y Doom-Metal con una cita doble llevada a cabo por
Dieaway (una gran banda que jugaba en casa y de la que hablaremos en otra entrada) y por los protagonistas de hoy: Aathma.Si os soy sincero, no sé cuánto duró la actuación de Aathma ni cuál su 'set-list' de pe a pa, porque fue empezar el primer acorde o la primera nota (ya os digo que no me acuerdo) y volárseme por completo la cabeza. Me dejé llevar y viajé... Viajé a no se sabe dónde.Por suerte, he podido ver unas cuantas bandas de Stoner y de Doom en mi vida, pues es un estilo que me gusta muy pero que muy mucho, pero es que poquitas pueden presumir de tener en sus manos el talento o la capacidad para conmover al oyente. Poquitas pueden realizar esos pasajes instrumentales tan densos, creativos y ensoñadores porque aunque la obra de Juan, Mario y Álex podría servir perfectamente como hipotética BSO para el 'biopic' de El Enterrador o Kane 'El Monstruo Rojo', lo cierto es que a mi me resulta disco a disco y canción a canción de lo más atractiva e interesante. Y es que escuchar la música de Aathma con los ojos cerrados es como gravitar alrededor de desconocidos planetas en la inmensa oscuridad del espacio, sentir como vibra y palpita la piel desde dentro, como estar ante algo profundo...
El recital fue un verdadero impacto. Semejante a un bloque monolítico, sin fisura alguna, que se empotró sin clemencia entre nuestras orejas... Y nosotros lo disfrutábamos.
Como he dicho, entré en algo parecido a trance. Sí, me iba de vez en cuando a la barra a por unas 'cerves' y charlaba con mis amigos, pero lo que me recorría por dentro no tenía nombre... Llamadme raro, pero este estilo de música me resulta más cautivador y sugerente que el terciopelo negro. Me evoca, esa es la palabra. Evoca. Y encima, tenía a mi vera a la mujer más bonita del mundo. Los pies estaban como flotando y lo que había a nuestro alrededor no importaba. No se podía pedir más.