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Ab urbe condita. Notas libres sobre “La grande bellezza” (2013) de Paolo Sorrentino.

Por Nicola Mariani @nicola_mariani
enero 21, 2014Posted in: ReflexionesHacía tres años que no iba al cine. El otro día he vuelto a hacerlo. Y he de reconocer que el esfuerzo ha merecido la pena. Fui a ver “La grande belleza”, última película de Paolo Sorrentino. Me he reconciliado bastante con la “grande sala”. Considero a Sorrentino un genio...

Hacía tres años que no iba al cine. El otro día he vuelto a hacerlo. Y he de reconocer que el esfuerzo ha merecido la pena.

Fui a ver “La grande belleza”, última película de Paolo Sorrentino. Me he reconciliado bastante con la “grande sala”. Considero a Sorrentino un genio del cine del S. XXI (no sólo italiano). Hay al menos dos de sus trabajos que son obras maestras absolutas: “Le conseguenze dell’amore” (2004) e “Il Divo” (2008). Se rumorea que “La grande bellezza” pueda ser una de las posibles ganadoras de un premio Oscar como mejor película extranjera.

La gran belleza. Madrid, 2014.

La película es muy buena y ya ha ganado muchos premios y reconocimientos tanto en Italia como a nivel internacional. Sin embargo, creo que le sobran por lo menos veinte minutos. Hacia el final se hace demasiado explícita y un tanto didáctica, perdiendo buena parte del tono que había sabido mantener durante las dos horas precedentes. La escena de los flamencos en el balcón, por ejemplo, me parece forzada y distónica con respecto al resto de la narración. Creo que se quiso añadir un exceso de pathos a esa parte de la historia. Y, en lugar de conseguir una citación felliniana – por cierto, ya de sobra conseguida a través del personaje de una enana (interpretada por Giovanna Vignola); de una jirafa; de un mago ex machina; de ciertas atmósferas de circo o de numerosos flashbacks a lo “Amarcord” – a mi parecer las buenas intenciones del director caen aquí simplemente en lo kitsch, rozando la banalidad. También el personaje de la Santa – una especie de Madre Teresa de Calcutta ex machina – me parece pegado con celo y sobre todo se alarga demasiado su incidencia en la historia. La interpretación de Giusi Merli es inmensa. Sin embargo, el énfasis aurático con el que se carga este personaje en ciertos momentos cae casi en lo grotesco. Habría sido mucho más impactante terminar la película, o este capítulo, con sus  hermosas palabras, pronunciadas al término de una especie de última cena capitolina y boccaccesca: “la povertá non si puó raccontare, si vive” (la pobreza no se puede contar, se vive). Todo lo demás, incluso el gag de ella durmiendo en el suelo y roncando, sobra.

Toni Servillo en la Grande Bellezza (2013).

Toni Servillo en la Grande Bellezza (2013). 

Por el resto, la historia que se cuenta es una historia monumental, épica y lírica a la vez. Donde un análisis lucido y riguroso del cinismo que atraviesa la sociedad italiana actual se funde con las inquietudes de una mascara social que en un dado momento de su vida parece intuir que se acerca el final inexorable de una comedia, que es a la vez un tragedia antropológica anunciada. En realidad, el plano descriptivo es mucho más realista y preciso de lo que podría aparecer a primera vista. Decadente y corrupta, la sociedad italiana es hoy en día, esencialmente, una gerontocracia triste y veleidosa. Ni siquiera hipócrita, puesto que su absoluta vacuidad es tan transparente y clara como el vidrio de un vaso vacío; y ya no le queda nada que ocultar bajo unas apariencias ficticias. Todo es lo que se ve. Y todo lo que se ve, es. Es decir, todo ya no es más que la nada absoluta. Un desierto ético, cultural y sentimental.

Aristocracia, jerarquía eclesiástica, intellighenzia intelectual y artística del País – las que antaño se habría llamado las elites de la nación – aparecen destrozadas. Acabadas. Muertas y casi sepultadas. Sólo le falta la extrema unción, la cual, en verdad, no se sabe muy bien si algún día llegará. Unas elites al borde del precipicio; tan fuera de su tiempo como desesperadamente pegadas a su hábitat vital. En suma, parásitos noctámbulos y agonizantes, cuya ilusión de eterna juventud ya ha llegado al final de trayecto; a pesar de la cocaína, de las inyecciones de botox, de las apariciones en la tele o de la reminiscencia de fastos antiguos que ya no volverán. Nunca, jamás. En todo este marasmo moral y existencial, el hedonismo post-berlusconiano aparece, hoy como nunca, anacrónico. Fuera de lugar. Superado por la historia, que como siempre se adelanta con sus hechos a su propia narración e incluso a su propia percepción.

 

Set de la película

Set de la película “La grande bellezza” de Paolo Sorrentino. En la foto Toni Servillo. Foto de Gianni Fiorito.

También el mundillo del arte contemporáneo aparece maltrecho y envenenado. Sorrentino, con lucidez y sin piedad, propone una crítica  satírica de un sistema habitado por figuras claves – sean artistas ensimismados o bien coleccionistas icónicos – de este gran juego de roles, cansino y estancado, cada vez más próximo a su extinción. En este sentido, la perfomer Talia Concept y Lillo, el coleccionista compulsivo de últimas tendencias, adquieren un valor paradigmático de la cínica autorreferencialidad de aquel arte mainstream que expectaculariza hoy en día su propia inconsistencia, explotando todo lo que se mueve y que puede llegar hasta una simbólica pedofagía normalizada.

Los homenajes temáticos y estéticos a antecedentes que a lo largo de la historia del cine se han dedicado a cantar las laudes y las infamias de la ciudad eterna –  La dolce vita, Vacanze romane o Mamma Roma de Pasolini entre muchas otras – son evidentes en ciertas caracterizaciones de personajes; atmosferas; ambientaciones mundanas; vistas y panoramas de la ciudad; interiores sobrecogedores de palacios, iglesias y monumentos.

Además de esto, sin embargo, hay también deudas muy claras que atañen al nivel formal de la película. Pienso, por encima de cualquier otra influencia, a otro maestro del cine italiano: Michelangelo Antonioni. Me refiero esencialmente, a su fragmento “Roma”, que forma parte de la película colectiva “12 registi per 12 città” (12 directores para 12 ciudades, 1989). Pero pienso también en magistrales tomas aéreas circulares (ejemplares son las de las primeras escenas), hechas con cámara móvil desde dentro hacia afuera y viceversa, que recuerdan a obras maestras como “Professione: reporter” o “Zabriskie Point”.

 Toni Servillo en la Grande Bellezza (2013). 

Toni Servillo, gran protagonista de las películas de Sorrentino, es aquí grandioso. Las vivencias del protagonista Jep Gambardella resultan magníficamente interpretadas, desde el principio hasta el final. Impecable y siempre creíble. Entre el reparto de actores, no se puede dejar de señalar la presencia de iconos de la “romanitá” pop, como Carlo Verdone (en el papel de Romano) y Sabrina Ferilli (en el papel de Ramona). También cabe mencionar la aparición fugaz de Fanny Ardant (en el papel de si misma) y del cantautor “romano” por excelencia: Antonello Venditti (en el papel de si mismo).

Finalmente me ha alegrado ver que, puesto frente a la necesidad objetiva de mencionar a otro símbolo del imaginario de la Roma postmoderna – el futbolista Francesco Totti – Sorrentino haya hecho un exitoso esfuerzo de retención, evitando atentamente de hacerle aparecer (aunque fuera por un solo segundo) en la película. Habría sido imperdonable. Y la torre monumental construida paso a paso a lo largo de la película se habría venido abajo inexorablemente. Muy acertado, en cambio, evocar su presencia simplemente a través del artificio retórico visual/conceptual de un título de periódico, en la escena inicial, en el que se puede leer: “Roma preoccupata per Totti” (Roma preocupada por Totti).

Quizás Roma esté a punto de sufrir un nuevo – ¿merecido? – castigo histórico. De hecho, un nuevo Diluvio Universal parece acercarse al horizonte, para que de sus escombros morales y culturales salga purificada y pueda así empezar otra vez a prosperar (si es que al final de todo esto, esta vez, quede algo de lo que fue de su historia milenaria). Roma sobrevivió a invasiones e incendios, guerras y epidemias. ¿Sobrevivirá también a lo que le espera después de que todo esto acabe? ¿Sabrá ella escribir otra pagina de su historia? ¿Y sabrá el protagonista empezar a escribir por fin la novela introspectiva que lleva toda la vida pendiente de empezar a escribir? En el año 2014 ab urbe condita.

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Tags: cine, la grande bellezza, paolo sorrentino, roma, toni servillo

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