Curiosamente, su creatividad había mejorado, en cantidad y en calidad, desde aquel día. Sus personajes habían crecido en matices, tanto en el dibujo como en las historias. ¿Sería cierto que enseña más el dolor que el amor? Los rostros se habían ido afilando poco a poco. Las situaciones ganaban profundidad. Era todo mucho más abierto, menos previsible. Tú Arcángel era capaz, también, de la mayor maldad y Yo Demón podía tener, además, su punto de ternura e incluso de bondad. O no. Lo importante era que estaban dotados, aunque luego no sucediera. Sólo un personaje había permanecido inalterable: Ella la Bella. En realidad, lo que ocurría era que su desarrollo había sido en una sola dirección. En cada nueva entrega caía más hondo. Nada bueno podía esperarse de ella. Y sin embargo, se había convertido en su personaje estrella. Cuando Ella la Bella no aparecía en la historieta, los comentarios en la web caían estrepitosamente y los que escribían, lo hacían para dejar patente su frustración.
Después de todo, esa zorra le había dejado algo bueno.