Abducción

Por Mamaenalemania
Señores, me azora una contrariedad importante.
Tanto, que por su culpa no he dormido, me ha desertado el apetito y ya ni sé dónde he puesto las ganas de vivir.
Es probable que, además, algunos de ustedes estén familiarizados con mi problema. Es ese que se hace llamar mierda y gusta de ascender hasta el cuello.
Si les soy sincera, no estoy del todo segura del porqué he acabado así, aunque empiezo a tener mis sospechas. Temo haber sido víctima de una conspiración.
Va en serio.
O ya me dirán a santo de qué me encuentro yo en este atolladero. Si no me apellido como mi marido, no tengo forro polar y no he conseguido hacer una tarta casera en mi vida. Ni una sola, se lo juro por Gott.
Es más, suelo autodenominarme Rabenmutter con más garbo que vergüenza y no me tiembla el pulso confesando que, esta noche, van a cenar tortilla francesa. Por segundo día consecutivo.
Después de cinco años en el mierdapueblo y unas poquísimas amistades teutonas - todas afines, eso sí -, era como para deducir que estos mis pavoneadísimos defectos maternales estaban resultando ultraeficaces como repelente de Übermütter y demás responsabilidades vinculantes ¿no creen?
Creánme si les digo que, con tres polluelos a cargo en el sur de las Teutonias, eso de no hornear semanalmente, no haberse encerrado un fin de semana entero a confeccionar disfraces y decoración navideña, no haber organizado ningún castillo hinchable o excursión a la granja y no saber pintar caballos es toda una hazaña. Y yo hasta me sentía orgullosa, anda que no.
Mas ayer por la noche ocurrió algo terrible. Algo que cambiará el curso de la historia, de mi vida y de la vida de mis hijos. Porque ayer por la noche alguien me convenció para animar el cotarro en la reunión de padres.
Preséntate, me dijo, que así se anima más gente. Si no te van a elegir ni de koñen.
Pero me eligieron. Vaya que si me eligieron. Mayoría absoluta, oigan.
Desde anoche soy la representante del Elternbeirat de la guardería.
Sí, yo.
Yo.
Y fíjense que, por un momento, me hizo hasta ilusión: todas esas Übermutter esforzadísimas en escribir bien mi apellido y apuntándose mi teléfono. Me quieren, llegué a pensar. Ilusa.
Justo antes de abandonar la sala, se me acercó la que será mi segunda para comunicarme que este domingo, a las diez de la mañana, me toca vender tartas en la fiesta parroquial.
Con rintintín.