Francisco
Bermúdez Guerra
Durante cinco años
estudié derecho, me gradué de abogado, he ejercido la profesión, soy profesor,
y escribo cuentos y novelas. No es la primera vez que un abogado se vuelve
escritor, de hecho, la historia de la literatura está plagada de este tipo de
casos. Algunos escritores como Gabriel García Márquez pasaron por una facultad
de derecho sin graduarse, otros, como Franz Kafka, recibieron el título de
abogado, ejercieron la profesión, pero pasaron a la fama por su labor
artística.
En Colombia, tenemos
un caso reciente de abogado convertido en escritor, el de Juan Gabriel Vásquez.
Este novelista, incluso, estudió en la misma facultad de derecho que yo, y pasó
por las aulas por los mismos años, aunque él iba unos cursos más adelante. Vásquez
recibió el título, pero creo que no ejerció la profesión ni un solo día. Otro
escritor colombiano, R.H Moreno Durán, también era abogado, él mismo decía que
le llevó el diploma a sus padres y que les dijo: “Aquí está el título, ahora me
dedicaré a la literatura”.
Otros abogados se han
vueltos famosos por su labor literaria, pero, circunscrita a temas netamente
jurídicos, en este sentido, sus novelas tratan específicamente sobre casos y
pleitos. El más sobresaliente de estos escritores es John Grisham, quien ha
vendido más de cien millones de novelas. Grisham es abogado, incluso todavía
ejerce la profesión, pero sus libros se venden como pan caliente a nivel
mundial. Este abogado norteamericano estuvo en la lista de los escritores que
más novelas vendían en el mundo durante la década de los noventa.
Goethe, el autor de
“Fausto”, estudió derecho. Paulo Coelho, el escritor brasileño, también empezó
la carrera pero la dejó porque simplemente no servía para eso, según él. Podría
citar varios casos de abogados que se han convertido en novelistas y
escritores, la lista es larga; sin embargo no quiero que esto suene como a “mal
de muchos consuelo de tontos”. No señor. Así nadie -y me refiero a abogados-,
se hubiera dedicado a la literatura, yo lo habría hecho. La profesión de
abogado está muy ligada con el mundo de las letras, los abogados tenemos que
redactar bien, tener buena ortografía, buena gramática, nuestros escritos deben
tener cierta decencia de estilo para que los jueces acepten nuestros
argumentos. Los instrumentos jurídicos como contratos, demandas, conceptos,
recursos, al utilizar el lenguaje escrito deben ser presentados con decencia,
respetando en lo posible el idioma. A muchos se nos va la mano, y terminamos
decantándonos hacia la ficción, terminamos siendo escritores. Muchos literatos
se dedican a la profesión de abogado por miedo, por terror a la pobreza y al
hambre, sin embargo, sólo los valientes en todos los campos son quienes ofician
en el arte que les gusta desarrollar, y eso se aplica para todas las
profesiones. Estoy seguro que muchos abogados más son escritores frustrados,
pero por físico miedo, o por vergüenza no se dedican a hacer lo que les gusta.
A ellos les digo una frase que cita el escritor Mario Mendoza cuando decidió
ser escritor de tiempo completo, es una frase de unos indios norteamericanos:
“Salta al vacío, ya aparecerá el suelo”.