La fe no es necedad y locura, fe es el acto heroico de la verdad frente a la apariencia. La fe es la suspensión del juicio incierto en favor de la verdad cierta, no la potestad de interrumpir el pensamiento. No hay nadie que pueda dejar de pensar por completo; ni, por otro lado, nadie piensa indefinidamente, sino que nos detenemos al hallar un fundamento. El fundamento para el creyente es Dios, el sumo bien. Para el ateo puede ser cualquier cosa: la empatía, la ley, lo que me beneficia, lo que me enseñaron o aquello a lo que me inclina mi naturaleza. Pero esto sólo son sombras. Obrará por fe y rectamente quien, despreciando lo anterior, atribuya a Uno solo el origen de todo bien. Lo contrario es politeísmo, superstición, debilidad.