¿Y de qué nos habla? Por una parte, de la vida entre el sueño y la realidad; y por otra –sobre todo– de la unión en la familia. Una mano gira en el aire, como si encendiera el imaginario motor de un coche; y unos pies descalzos pisan un embrague también ficticio. Al momento, nos damos cuenta de que estamos en una sala de estar (idea de acogida, de hogar), y que el padre ha iniciado un viaje soñado –idílico– que no le separa de su familia, porque todos están unidos, enlazados por el amor.
La hija, un ángel con alas (¿su propio Ángel de la Guarda?), le abraza por la cintura como cuando era niña. La mujer, con los brazos alrededor de su cuerpo, le protege con el gesto del amor. Ese abrazo –el “abrazo de la vida”– materializa y expresa el lazo invisible que les une como familia, que les mantiene firmes en la adversidad. Tras el golpe fortísimo, sugerido en las bolitas de cristal que recuerdan los cristales rotos del coche, vuelven de nuevo la paz y la serenidad. Porque el peligro ha pasado... y están más unidos que nunca.
Merece la pena difundirlo, en estas jornadas previas a la Operación Salida ¿no os parece?