Abstemios

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Soy abstemia señores, sí, lo confieso. Decirlo abiertamente, con este desparpajo y sin temor al qué dirán ha sido difícil, pero, como comenté el otro día, he cumplido 50 y va siendo hora de poner algunas cartas sobre la mesa.

El alcohol, en cualquiera de sus formas, me parece una cochinada desde que tengo narices. Aún recuerdo la primera vez que probé una cerveza y casi vomito, o un vino superespectaculardelamuerte, según los entendidos, que me pareció bebible a lo sumo y no más de un sorbo.

En la adolescencia me avergonzaba. Mis amigos bebían, se pillaban unos ciegos de padre y muy señor mío y me miraban como si fuera un bicho raro. Yo lo intenté, lo prometo. Probé el whisky y el ron, que era lo que se llevaba por entonces, (el culto al gin tonic vendría mucho después) a palo seco y con refrescos añadidos. Nada, una guarrería que me parecía innecesaria, porque yo me lo pasaba estupendamente bien sin beber alcohol, y esa era la cuestión.

El otro día un amigo compartió en su muro de Facebook un artículo que me llevó a escribir esta entrada y que contenía frases que me sonaban tanto….: ¿por qué no bebes, es que vas a conducir?, ¿y cómo te diviertes si no bebes?, seguro que alguna bebida habrá que te guste pero que no has probado, pues no sabes lo que te pierdes… Hasta que soy una amargada he tenido que escuchar porque no participo del despendole etílico general.

Si ya el asunto es grave por aquello de ser un bicho raro no quiero ni contarles mi siguiente extravagancia. Bebo agua, sí, agua del tiempo (aquí debería ir un icono de sonrojo pero no sé cómo meterlo). ¿Agua?, ¿vas a pedir una botella de agua?, pero mujer, un jugo, no sé, un refresco…

Pues sí, agua, del tiempo, sin limón y sin gas. Y salgo, y me río, y me divierto, y disfruto y me integro y no tengo resaca al día siguiente ni obligo a nadie a que la beba o a que se suba a mi carro porque, sinceramente, no necesito sentirme acompañada para que mi conciencia esté más tranquila.

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