La lluvia cae intensamente, Eva, tras los cristales de la ventana contempla la calle, un relámpago ilumina el salón, anunciando al estrepitoso trueno que lo precede, Javi, el nieto de Eva, se abraza fuertemente a ella, Laura, la niña, se burla de su hermano, ‘miedica, miedica’, le dice, Eva sonríe, adora a esos dos pequeños, pasan los sábados con ella, ese día su hogar se llena de luz y música, esos niños son sus estrellas, no puede evitar pensar lo feliz que se sentiría José, su esposo al verlos corretear y jugar por la casa.Eva se dispone a preparar la merienda, un chocolate caliente, es perfecto en un día lluvioso, a los pequeños les encanta, los sentados alrededor de la mesa, Laura le pide a su abuela que les cuente un cuento, Eva, asiente con la cabeza, mientras saborea una cucharada de chocolate, comienza su relato.
Hace muchos muchos años vivía en una aldea situada en un frondoso bosque un hada llamada Lua, era muy bella, de negros cabellos y chispeantes ojos verdes, cada atardecer, se adentraba en el bosque, allí permanecía hasta que anochecía, a su regreso, en su mirada se apreciaban las huellas del llanto, entraba en su casa y se escuchaban sus suaves gimoteos hasta entrada la madrugada. Las hadas mayores intentaban averiguar que le estaba pasando a Lua , ella siempre ha sido una hadita muy alegre y desde unos meses es la imagen de la melancolía, ni siquiera Florecilla, su gran amiga ha logrado que Lua le confíe el motivo de su pena, por lo que han decidido llamar a Lua al consejo de hadas e intentar conversar con ella, quizás puedan ayudarla, pero la hadita le dice que todo va bien, simplemente en sus paseos al centro del bosque, sin proponérselo se queda dormida, a eso es debido su mal aspecto a la vuelta a la aldea, Ara, Vea y Clie, las hadas mayores, no creen las palabras de Lua, pero no pueden obligarla a hacerlas participes de su angustia, simplemente le aconsejan que deje de visitar el centro del bosque, allí solo hay peligros para un hada joven , ella acepta el consejo, pero no piensa acabar con sus paseos, en sus adentros piensa que eso sería morir.
Ha pasado una semana desde que Lua fuera llamada por el consejo de hadas, hoy regresa antes que nunca de su paseo, sofocada, corriendo velozmente, tras ella unos hombres del poblado, tratando de alcanzarla, Lua grita pidiendo auxilio, el hada Ara, le abre la puerta de su casa para que ella se cobije allí, Lua abraza a Ara , esta al ver la palidez de su rostro y su expresión de terror, asustada, le pregunta a la joven que está pasando, sentadas frente a frente, Lua sonrojada le explica que vive un amor muy hermoso con Isi, un muchacho del poblado, el hijo del alcalde, las lágrimas al regreso de sus encuentros con él son debidas a que a Isi lo han comprometido con una joven de otro poblado, hija de un adinerado mercader, la boda está prevista para la próxima luna llena, a pesar de eso Isi seguía viéndola, se aman, ese amor es tan profundo como el lago Grande, que es inmenso, el padre de Isi está preparando los festejos, Isi le habló sinceramente a su padre, trató de que atendiera que no podía decidir su futuro por él, era una locura unir su vida a la de una desconocida por ningún intereses que no fuera el amor, desde aquel momento, comenzaron a seguirlo, averiguaron la existencia de Lua, al no lograr alejarlo de ella, han intentado apresarla con la idea de encerrarla para siempre, Ara, abraza a la joven hadita, no puede luchar contra algo más fuerte que ella, esos aldeanos la dañaran, debe olvidar ese amor, no es para ella, Lua le recuerda otras historias de hadas con aldeanos, Ara le pide que reflexione, si bien algunas hadas son felices junto a muchachos de la aldea, sus amores fueron aceptados por las familias de ellos, el suyo es una guerra, Lua se niega , está dispuesta a luchar por su amor, la joven hada es muy testaruda, permanecerá en casa de Ara hasta que retorne la calma en la aldea de las hadas. Pasan dos días, Florecilla llama insistente a la puerta de Ara, pregunta por Lua, un guapo joven la acompaña, es Isi, va en busca de Lua, al verse, se abrazan dulcemente, Ara los observa, le recuerdan a ella y a su gran amor, al tuvo que olvidar por temor, ha pasado su vida atormentándose por su debilidad y no escapar con él como le rogaba, Isi no está dispuesto a perder a Lua, ella es su razón de vivir, le propone visitar a su padre, si la conoce cederá, Ara, ve una locura en aquello, pero Isi piensa que obrando de manera correcta es como se logra todo lo que uno desea, su padre sabe que Isi está dispuesto a marchar lejos de él si no cede, la vida no es un operación financiera, no se puede obligar a una persona a encadenarse a otra si no existe amor, o un mínimo de cariño, Lua, está dispuesta a acompañar a Isi, saldrán en cuanto el día clareé.
Caminan por el bosque de la mano, Isi , se siente feliz, observa a la bella hada, siente que a pesar de seguirle sin pensarlo, el temor le acompaña, pero no tiene nada que temer, al llegar al poblado, Lua aprieta la mano de Isi con fuerza, él le sonríe, se dirigen a la mansión del padre de isi, es un buen hombre, pero él, en su día siguió el mandato de su padre y ha sido muy dichoso junto a la madre de Isi, al ver a Lua, comprende a su hijo, aquella hadita es pura dulzura, bella como una estrella, tras una charla con ella, el alcalde acepta la voluntad de su hijo, aunque el pierda la alianza con el mercader, los tiempos cambian y su hijo es lo primero.
Unos días después de conocer a Lua, Isi y su padre visitan a las hadas mayores,el mercader habla claramente con ellas, formalmente pide la mano de Lua, observan el rostro ilusionado de la hadita y dan su aprobación, acuerdan organizar entre toda una bonita fiesta en el centro del bosque, donde Lua e Isi se encontraban, allí, el padre de Isi y Clie, el hada más anciana, celebrarán una ceremonia de unión de la pareja, el amor venció, Lua e Isi disfrutaron ese amor durante muchos años, hasta que la muerte de Isi les separó.
Los niños tomaban su chocolate pendientes de las palabras de Eva, que al acabar su relato, los contemplaba feliz, en realidad ese cuento, era la historia de amor que ella vivió con su esposo disfrazada, dándole ese punto de fábula, sabía que José sonreiría al escucharla, él siempre dijo que su amor era un cuento de hadas.Magda Jardí
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