Imposible resumir. Casi prefiero enumerar los elementos que hacen explotar mi imaginación y me despiertan la melancolía. Empiezo, por ejemplo, con las descripciones tiernas del concepto de nana, el recorrido por la semántica del abanico (que mi abuela María sabía mover como nadie aunque ignoro si conocía el significado de sus movimientos), el encanto de un Abuelo Geógrafo y sus postales, el recuerdo que me despierta Abuelo 4x5 de cuando José María me enseñó un verano las tablas de multiplicar o la imagen de la bovina de hilo girando en la máquina de coser o de lana en el delantal de mi abuela Pascuala. Las partidas de cartas, las canciones tarareadas durante la limpieza, los paseos por el jardín con comida para las palomas, los bailes improvisados, los cuentos... Incontables son los recuerdos. Y todos preciosos.
Quien más quien menos todos encontrarán un detalle que, además de maravillarle, logre hinchar el bucle de la memoria. Lástima que muchos, tuviéramos Abuelos Periódico o Abuelas Baúl en su momento, reconozcamos como nuestros a los Abuelos Estrella, allá lejos en el cielo, siempre presentes, siempre brillando, pero lejos. "La verdad es que los abuelos siempre son estrellas: tienen luz propia, iluminan el espacio y su importancia es tan inmensa que llena todo el firmamento".
Banda sonora: María de la O por Diego el Cigala
__________________________________Un mundo de abuelos
Marta González y Carla NazarethComanegra, 2010