Hace unos días oí a unos adolescentes hablando sobre una visita guiada a un museo. Habían ido con el colegio o instituto y de primeras, cuando les dijeron que iban al museo, pensaron en que sería un aburrimiento, pero finalmente no fue así y les pareció interesante, diferente, entretenido. Cuando voy a un museo y veo una visita guiada a niños o jóvenes me suelo parar, pero no a oir las explicaciones de la guía, sino para ver la reacción de ellos, de los niños. Según el tipo de visita su actitud varía. Si se topan con una visita tradicional, por llamarla de alguna manera, es decir, ese tipo de visitas en las que el guía habla y habla explicando cada detalle de las obras, por lo general los niños al poco tiempo acaban desconectando, se les ve inquietos, nerviosos, cansados, aburridos. Por otro lado, si la visita es de esas en las que el guía habla, pero para ayudar a hablar a los niños, estos se muestran atentos, participativos, contentos.
En España tenemos un museo puntero en todo lo relacionado con la educación: el museo Thyssen. Su departamento de educación es realmente digno de mención y de reconocimiento. Tiene un programa de actividades muy amplio, dirigido a todas las edades, desde los más pequeños a los más mayores, a familias, colegios, personas con discapacidad. Realmente es gratificante ver una visita guiada realizada por el personal del área de educación del Thyssen. Y a nivel general, son los museos de arte contemporáneo los que tienen quizás unos departamentos de educación más activos y más alejados de las corrientes más tradicionales. Podríamos incluir también museos como los de ciencias, por la labor de divulgación que hacen al intentar adaptar unos conocimientos científicos a la mayoría. No obstante, poco a poco se va viendo cómo en otros muchos museos se le va dando otro aire a este departamento tan importante. Pero todavía queda mucho por hacer. Mucho. Y en muchos museos. La labor del departamento de educación de un museo es fundamental. Es una de las piezas clave. Todos hemos oído como mucha gente dice que no va a un museo porque es aburrido y no hay nada que hacer. Está claro que hay mucha gente que no entra en un museo por este motivo. Muchos, además, han tenido experiencias negativas con visitas guiadas en las que seguir al guía después de la explicación de dos obras es prácticamente imposible. Son personas muy preparadas para ello, que saben mucho de lo que están hablando, pero no podemos acercar a la gente al arte, a los museos, de esta manera. Me refiero evidente a la mayoría. Una persona que no conoce, necesita una forma de acercarse al arte diferente a la de una persona que sabe y que quiere profundizar. Al nivel de la mayoría, las visitas deberían fomentar la participación de los visitantes. Darles una visión general y ayudarles a mirar una obra de arte, a disfrutar con ella, a sentirla. Enseñarles a estar delante de una obra y saber qué sacar de ella. Una visita guiada en la que el visitante tenga la sensación de haber aprendido, descubierto, disfrutado, es una satisfacción, y un éxito, pues lo que nos interesa es que el arte llegue a todos, que todos puedan sacar algo de él, sentir algo delante de un cuadro, de una escultura, de un dibujo. De nada nos sirve dar al visitante cientos de datos sobre la vida del autor, la técnica de la obra o cómo ha llegado esa obra al museo, si no le enseñamos a mirar una obra de arte. Si un visitante tiene una experiencia positiva con una visita guiada lo más probable es que vuelva, de lo contrario seguramente no vuelva a ir a un museo en su vida. Es el poder de las visitas guiadas.