Trabajo en un centro lúdico de mi ciudad, y a lo largo de la jornada soy testigo de los más disparatados sucesos.
En el gimnasio, un tío loco que se sitúa cerca de la entrada y comienza a dar saltos y a vociferar, mientras el resto de usuarios le miran de reojo.
En la piscina, otro individuo, fuera de sí, comienza a dar fuertes patadas a un banco. De pronto, se mete en la piscina y arrea puñetazos al agua, ante la indiferencia o el temor del resto de personas que se encuentran de frente con su rostro, como fuera de sí. Otros te insultan o te envían gestos de desprecio sin saber a qué viene, porque no los conoces, con lo que se te crea la terrible duda de contagio.
Además de los malos modales, gentes que se lían a golpes con el mobiliario, arrancan los secadores, hacen sus deposiciones en el pasillo, meten las zapatillas en los modernos secadores de manos, se afeitan y se depilan desoyendo las normas más elementales, hay individuos que ponen en duda, cada día más, el sencillo acto de respeto hacia las cosas y hacia los demás donde se encierran casi todas las normas de higiene y convivencia.
Esto me recuerda un poco al caso del diputado estadounidense que presentó cargos por desorden público contra un hombre de 23 años al cual encontró en “una confrontación física contra un arbusto” en la ciudad de Carolina First. Todo ocurrió después de haber sido denuciado por el intento de robo de un coche. El diputado que lo presenció, llamó al sospechoso, que estaba golpeando a la vegetación, pero éste cruzó el estacionamiento del banco para tomar impulso y pateó con fuerza otro arbusto. Más tarde, el funcionario se comunicó con la policía y declaró que el delincuente tenía olor a alcohol, por lo que fue llevado al Centro de Detención del Condado de Beaufort, donde quedó detenido.
Imagen vista en: "Colegio de san Juan Bosco, de Jerez"