Abusar de la ciencia: el consenso al servicio del mito

Por Blogenergia12 @BlogEnergia12

Hoy nos hacemos eco de un artículo publicado en Intereconomía, por Luis I. Gómez, para mover el debate. Esperamos que os guste. Os lo dejamos íntegro para vuestra reflexión.

Asistimos a la menopausia de la razón. Errar y aprender solo es posible desde el método científico y la libertad.

Ser un escéptico, un hombre de dudas, era en tiempos de Descartes –la Ilustración, no sé si recuerdan– una virtud. La duda constructiva, poner en tela de juicio cualquier verdad absoluta se convirtió en motor de la Ilustración y de la ciencia moderna.

Pero las “circunstancias climáticas” parece que no admiten ya esta forma de pensar. O recitamos todos el nuevo credo del Calentamiento Global Antropogénico o nos convierten en herejes. Peor: negacionistas sin rango. Las consecuencias de semejante actitud no son medibles ni con el mejor de los termómetros. Vivimos en una época de cambio, de traslación desde la ciencia tal y como la entendía Karl Popper al fundamentalismo cuasi-religioso. Asistimos a la menopausia de la razón. En lugar de trabajar para una mejor adaptación a los constantes cambios de nuestro entorno nos dedicamos al accionismo ciego del miedo por el miedo, devolviendo las riendas de nuestro mañana a un nuevo totalitarismo.

No duden que la nueva autoridad sabe perfectamente a dónde nos lleva todo esto. Después de todo, ellos manejan la campaña. Camillo Pellizzi, uno de los pensadores guía del fascismo italiano y el último presidente del Instituto Nazionale di Cultura Fascista escribía en 1924 en su Problemi e realitá del fascismo (Florencia, 1924, p. 21):

“Momentáneamente nosotros no concebimos el estado ni como una asociación de individuos-ciudadanos, ni como un semicontrato que se habría cumplido en el curso de la historia. Pero, si hubiera que designar a esta institución, nosotros la veríamos como la concrección de una personalidad histórica predominante, como el intrumento social utilizable para la realización de un mito… Esta palabra,Estado, es inaplicable a nuestro concepto; en nuestro no-estado, la ley es una función del mito final, no del mito inicial; y la meta final no podrá dejar de ser, a su manera, una nueva unidad de los mitos anteriores”.

La acción política en función del mito. El mito como motor no sólo de un proyecto de futuro, sino de la historia misma. El mito fascista era el del imperio justo. El de la clase única. El de la superación de la democracia liberal y el comunismo subversivo transigiendo la realidad. El de la felicidad eterna suministrada y administrada por el pueblo para el pueblo. Para alcanzar esas metas se dota al Estado de los instrumentos institucionales y legales necesarios para lograr el objetivo de todos. El mito final es el mito de todos. Ha de serlo. Y quien no abrace la fe en ese mito final abandona el marco de la ley y se convierte en proscrito sin derecho a la protección del Estado. Es perseguido.

Asusta la facilidad con la que los humanos caemos, una y otra vez, en los mismos esquemas tantas veces demostrados como erróneos. La facilidad con que nos abrazamos a cualquier falacia proclamada en primera persona del plural. El estado de enamoramiento ciego en que caemos cada vez que se nos presenta un mito nuevo capaz de asegurarnos la felicidad …. ¿eterna? ¿De todos? ¿La propia?

La acción política en función del mito. El mito como motor no sólo de un proyecto de futuro, sino de la historia misma¿Qué hay realmente tras el “hecho innegable del Calentamiento Global causado por emisiones humanas de CO2”? Apenas un “consenso”, una fe. En el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) de la ONU trabajan científicos, políticos y funcionarios, cada uno con diferente opinión y puntos de vista sobre la cuestión de en qué medida participa el hombre en el cambio climático. En las conferencias sobre clima, similares a un concilio, se trata de buscar mayorías para una u otra posición. El dictamen que obtiene la mayoría de comunicados se convierte entonces en la verdad a vociferar por los medios de comunicación y sobre la que basar la acción política. Es un método, por supuesto, pero en ningún caso científico: apelar al consenso científico en una discusión sobre Cambio Climático es una trampa retórica compuesta de dos falacias lógicas complementarias: Argumentum ad verecundiam o argumento de autoridad por un lado, y Argumentum ad populum o sofisma populista, por el otro.

Además el consenso no es una circunstancia que se mantenga en el tiempo: la falsabilidad (Karl Popper) y los cambios de paradigma (Thomas Kuhn) pueden de hecho eliminar de un plumazo cualquier consenso por abrumador que este sea.

El “consenso climático” es herramienta clave del nuevo mito: la felicidad en armonía con nuestro planeta. El equilibrio perfecto entre acción humana y reacción natural. La consolidación de una nueva forma de vida que nos permita vivir eternamente de los recursos que la naturaleza nos ofrece. Esta vez sí, todos juntos, sin distingos de naciones, desde una óptica global y un solo Estado para todos. Y todo por el precio de apenas un puñado de monedas y un poco de libertad.

Quienes pretenden convertir la “neutralidad ecológica” en nuevo motor de la acción política olvidan que el aparente equilibrio que observamos en la naturaleza nace de su dinamismo, no de su inactividad. Olvidan que la capacidad de superviviencia de una especie no radica en su sumisión al medio, sino en el aumento progresivo de su efectividad a la hora de resolver inconvenientes. Olvidan que, esclavos como somos de nuestras limitaciones perceptivas, somos incapaces de autosituarnos como especie en el contexto temporal del universo que nos rodea, excepto si lo hacemos desde lo que creemos saber. Olvidan, desde su autoenamoramiento antropocéntrico, que apenas somos un parpadeo en la historia de la vida.

Pero sobre todo olvidan que el poder no se reparte, y terminaremos siendo víctimas de aquellos que sepan hacerse con él. Olvidan que no todos pensamos igual y no les quedará más remedio queterminar encerrando o matando a quienes no crean en su mito. Olvidan que somos lo que somos: humanos.

Al paraíso no se llega por ley o por imposición. Al paraíso, si cabe, se llega errando y aprendiendo. Y errar y aprender solo es posible desde el método científico y la libertad.