Pujada Polvorins 1
17004 Girona
Habitación: 134
Fecha de Entrada: 4/3/2015
Tarifa: ?€ (Alojamiento y desayuno)
En lo alto de la ciudad de Girona, donde ya sólo hay casi monte, al fondo de un empinado vial rodeado de maleza encontramos este complejo de cristal y acero, en dos plantas, como un promontorio desde el que se divisa la parte nueva de la ciudad y todos los montes que la circundan. Una poderosa puerta de hierro cierra la finca durante la noche. Tras ella se accede a una zona de parking descubierto junto a la entrada giratoria al hotel.
Tras esta, un altísimo, enorme y alargado espacio acristalado del techo al suelo con vistas de la ciudad y luz a raudales. Allí se suceden con la escueta separación de unos armarios una zona de sofás, el bar/cafetería y la zona de restaurante/desayunador. Todo en tonos dorados cálidos, marrones y grises. Acogedor. En el lado de la derecha, todo es ventana. A la izquierda, un pequeño mostrador de recepción empotrado en la pared y el acceso a las habitaciones y los ascensores.
Llegamos justo detrás de un enorme grupo de japonesas. Por lo que nos toca esperar el registro de todos. Seguro que el Ministerio del Interior agradeció enormemente la información de nombre, apellidos y dirección de medio centenar de japonesas jubiladas que dormían en Gerona esa noche. Cuando nos toca a nosotros el trato es cordial y amable. Empieza pidiéndonos el DNI, la tarjeta de crédito, hasta que le decimos: "Soy Gold de Marriott Rewards". Y entonces sólo nos pide dictarle el DNI y en menos de 10 segundos tenemos la tarjeta de la habitación.
Hay dos ascensores disponibles, pero uno está fuera de servicio. El otro abre y cierra las puertas muy lentamente. Aún así son modernos, brillantes y luminosos, con espejos y publicidad de la cadena. Al salir, lo hacemos a una especie de balconada de cristal que recorre desde lo alto todo el espacio del hotel. Junto a un ventanal un barullo de toallas debe absorber el agua de alguna gotera o fuga. La cristalera enfrente y abajo el desayunador, el bar y los sofás. A la izquierda se accede a los pasillos a los que se abren las habitaciones. Suelo de moqueta oscura, paredes negras con maderas y pequeños puntos de luz sobre las puertas de las habitaciones. Puertas y marcos en blanco dan un punto de contraste a la oscuridad general del pasillo.
Tras la puerta, suelo de parquet oscuro, agradable, limpio y bien cuidado, salvo justo delante de la puerta. El suelo se ha levantado un poco y la puerta roza contra él dejando un feo arco. Paredes en vescom gris claro, algo más oscuro en el pasillo de entrada. En él encontramos a la derecha un armario con puertas acristaladas iluminado y bien vestido: perchas, cajones y estanterías. Y una caja fuerte. A la izquierda, la puerta de cristal del baño.
Y a continuación el dormitorio. De tamaño amplio dispone de una cama doble y dos mesillas metálicas a cada lado. A continuación de la cama sobre una gruesa alfombra negra una butaca de descanso con reposapiés, una lámpara de lectura y al fondo la ventana protegida por un foscurit que se cruza en el centro y una cortina. Suficiente para parar la luz de la mañana.
La cama es confortable. Vestida con sábana, manta y colcha blanca de agradable tacto. Correcta. Las almohadas lo mismo. El descanso es un desastre. El aire acondicionado hace demasiado ruido para dormir con él encendido y el display digital resulta complejo de entender sin encontrar por ningún lado, con la de botones que hay, la función automática. Para colmo, la insonorización interior es escasa y se oyen las voces del pasillo, las conversaciones de la habitación contigua... Además desde las 6 de la mañana el grupo de japonesas decide ir pasando de habitación en habitación llamando con fuerza a las puertas para despertar a sus compañeras. A las 6, a las 6.30, a las 6.45, a las 7...
En las mesillas sólo hay interruptores, que encienden y apagan todas las luces de la habitación. Pero o todas o ninguna. Sólo podemos optar con todo encendido, todo apagado o dejar sólo la pequeña lámpara de lectura que hay sobre la mesilla. Junto a los interruptores un enchufe para el móvil, un teléfono y un block de notas con un bolígrafo.
Las amenities se reducen a la bola de golf de jabón, gel, champú, gorro de ducha, lustrazapatos y pañuelos de papel presentadas en una ligera mesa de metal con ruedas. Dos toallas de lavabo, dos de bañera y dos cuadrantres de manos son el equipo de lencería. El clásico de la cadena aunque empiezan a pedir su renovación.
El desayuno, después de que haya pasado el grupo de japonesas es más un campo de batalla. Todo medio agotado. Sólo platos fríos: embutidos, quesos, cereales, lácteos, y abundante pan y bollería. Ninguna concesión a la gastronomía local (pan con tomate, fuet...) y un zumo de naranja poco vistoso. El café eso si, de Nespresso.
En la recepción, por la mañana la Tramontana asola a silbidos aquel espacio. Sacar la factura cuesta una eternidad. Pero al menos, además de preguntarnos por el minibar, nos preguntan si hemos descansado bien.
Calidad/precio:
Servicio: 7
Habitación: 7
Baño: 7
Estado de conservación: 6
Valoración general: 6.5