Lo prometido es deuda y comenzamos fuerte agosto con este film que utiliza como título un viejo eslogan inglés, de los años 60, que por desgracia ha atravesado medio siglo con un éxito si no creciente al menos estable. La frase anuncia el color: no se trata de una comedia romántica y aunque haya parejas, incluso tríos y cuartetos, no son relaciones de amor sino de orden público, porra, escudo y casco antidisturbios.
Primer excelente, excesivo y espectacular trabajo del italiano Stefano Sollima. A algunos de vosotros os sonará este apellido de la historia del cine por su padre, Sergio, especialista del género del spaghetti western de los 60 y 70 pero, sobre todo, por la genial serie de televisión, Sandokán (que, por una vez, superó la novela original de Emilio Salgari) y convirtió al corsario negro en unos de los mitos de mediados de los 70.
El director adapta la novela de Carlo Bonini, sobre los excesos de tres históricos miembros de esta policía tan especial, Cobra, Negro y Mazinga, y la adaptación a su particular mundo de violencia, exceso e ira del recién llegado al cuerpo, Adriano. La película cuenta con tres de los mejores actores italianos actuales (Pierfrancesco Favino, Filippo Nigro y Marco Giallini) impresionantes, en unos papeles que sabían que desde el primer minuto iban a ser odiados por la totalidad de los espectadores.
Hace falta mucho, pero que mucho valor, para rodar una película que podría rozar la defensa del fascismo, la apología de la violencia, la defensa del “final justifica los medios” y la comprensión de los excesos de las fuerzas de seguridad del estado italiano. Y además se necesita mucha inteligencia para conseguir que el espectador disfrute de una película en la que detesta a todos sus protagonistas. Stefano Sollima lo consigue (como ya lo hizo en la serie de televisión Romanzo Criminale) y encima se ha llevado varios premios nacionales e internacionales.
El secreto radica en que esta película, que se recibe como un golpe en la boca del estómago, es al mismo tiempo una de las radiografías más lúcidas, frías e inteligentes de la, por suerte, finalizada época Berlusconi, y también una sobria reflexión sobre uno de los males que afecta a muchos de los detentores del poder (para encontrar ejemplos no hace falta mirar muy lejos) el de creerse por encima de todo y de todos. O la mutación de un poder, legítimo y otorgado por el pueblo, que se convierte en ilegítimo, por sobrepasar los límites y transformarse en una dictadura que actúa contra el propio pueblo.