No sin mi ficus
Antes de dedicarme a la formación, fui una persona tremendamente tímida. Veo sonrisas sarcásticas de los que me conocen... No digo que lo soy, sino que lo fui.
El día de mi comunión (nací en el 62!), aún recuerdo la frase que con micrófono, tenía que pronunciar : “por el Papa”. Os juro que no había más… pero lo recuerdo como el día en que pasé más nervios de mi vida.Como cualquier tímido, me mostraba excesivamente cautelosa en las reuniones. No me gustaba arriesgar o equivocarme, temía sentir el rechazo o resultar poco interesante. Y lo peor : ponerme roja y quedarme en blanco.A pesar de ello, siempre me levantaba convencida de que “hoy si hablaré”, pero ese “hoy” pasaba de largo mirándome con desprecio. (menudo melodrama estoy soltando!) Siempre buscaba una esquina en la sala de reuniones y si además había un ficus o columna cerca, allí estaba yo, para abalanzarme sobre el lugar más preciado.Rechazaba los pensamientos irracionales que me aterrorizaban, sustituyéndolos por otros del estilo : “todo el mundo se puede equivocar”, o "qué es lo peor que me puede ocurrir". Pero igualmente, miraba de reojo mi aliado, el ficus, al entrar en la sala.La timidez se fortalece si no se actúa contra ella. Y para hacerle frente, hay pequeños detalles que conviene tener en cuenta.Yo vencí mi timidez a hostias, así que mi ejemplo no os va a servir. Pero me hubiera ayudado mucho que alguien me explicara que ocultarme con el ficus (creó que llegué a desarrollar un gen que me volvía verde para confundirme con la planta) no hace sino agravar la situación.Un tímido que quiere/necesita hablar en una reunión deberá hacer todo lo contrario que suele hacer :
- Debería sentarse lo más cerca posible del moderador.
- Cuando hable, no sentirá la necesidad de elevar el volumen de la voz (uno de los factores que favorecen el nerviosismo)
- No verás las 15 caras (más el ficus) que te fijan con la mirada. Al contrario, verás la cara del moderador y como mucho un par de caras más…