Entre los españoles que no están hastiados del independentismo catalán, muchos se preguntan qué ha pasado durante todos estos años para que 72 diputados, entre los que se encuentra el Presidente de la Generalidad y la propia Presidenta del parlamento se subleven contra el estado de derecho en el Parlamento catalán, y cómo se resuelve. Como casi siempre ocurre en estos temas, políticos y opinadores acostumbran a responder que “es un problema muy complejo creado por la acumulación de errores de uno y otro lado y, en consecuencia, son muchas las causas que lo explicarían”.
Sin embargo, creo que es posible encontrar una explicación sencilla aplicando el principio de Ockham . Básicamente, este metafísico venía a decir que un problema complejo se puede resolver con una solución simple. Para ello, es fundamental, decía, que las explicaciones no deben multiplicar las causas sin necesidad. De acuerdo con ese principio, la explicación más sencilla (avalada además por la experiencia) que justifica este golpe al Estado es la singularidad catalana. ¿Sorprendido?
Los gobiernos de la Generalitat siempre se han caracterizado por los mecanismos empleados para el control de la sociedad, firmes pero invisibles. Todo lo quieren subvencionar. Todo lo quieren manipular. Todo lo quieren legislar y, además, con leyes justas (a excepción de algunas leyes que deben ser hechas a su medida). Todo lo quieren controlar. Si de ellos dependiera, financiarían incluso a sus enemigos. La Generalitat no quiere dejar nada al azar. Su política es la negación de la libertad. A esto, los dirigentes independentistas le llaman singularidad catalana.
Mientras Cataluña se nutría de España, mientras toda España era su mercado cautivo, mientras acumulaba más y mas espaldarazos por parte del Estado, mientras recibía mano de obra masiva y barata para atender su industria (la única que existía salvo el oasis de Vizcaya), mientras todo se intervenía, no existieron agravios. Daba lo mismo el catalán, la sardana y ‘el pa amb tomàquet’.
Todo fue bien hasta que llegó la convergencia con Europa. La libertad económica le sentó mal a Cataluña, se le atragantó, acostumbrada, como estaba, a competir con ventaja gracias al apoyo del Estado intervencionista. Tanto fue así que, a partir de entonces, desde la Generalitat se activaron todos los resortes para potenciar el nacionalismo radical que ahora se manifiesta dispuesto a abandonar la matriz política y cultural española.
Ésta es, en mi modesta opinión, la explicación más sencilla y ajustada. Sin embargo, el franciscano Guillermo de Ockham y su simplificación ontológica solo nos ayuda a ver más allá de las ramas, a eliminar entidades especulativas e innecesarias como los sentimientos o las ideas. O las palabras: democracia, libertad, votar, referéndum … A separar el grano de la paja, en definitiva. Lamentablemente, nunca dijo como hacer fácil lo simple. Acabar con la singularidad catalana (insisto, nada tiene que ver con la lengua, cultura y tradiciones catalanas) parece, a fecha de hoy, misión imposible. Más, si depende de la voluntad política de PP y PSOE.
José SIMÓN GRACIA
Fotografía: El País
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