Por cierto, Raúl Nieto de Torre escribe un prólogo preciso a un libro bello, lúcido y que representó una renovación en la poesía de 1956.
Un libro que fue accesit del premio Adonais, y que Ediciones Vitruvio ha tenido el acierto de traerlo al presente, con toda la fuerza de unos poemas magníficos.
Antes de comenzar a leerlo, me prometí no señalar ni uno de ellos durante mi lectura, temeroso de subrayar con tinta fluorescente TODO el libro, pero cuando he vuelto a leerlo, antes de escribir estas admiradas líneas, he comprobado que no pude resistirme a ello, al menos en parte, porque versos como los que contiene merecen releer periódicamente Áspero mundo.
Permitidme destacar una breve muestra:
Ya desde el primer poema el autor nos regala una obra de arte:Para que yo me llame Ángel Gonzálezpara que mi ser pese sobre el suelofue necesario un ancho espacioy un largo tiempo... (Pág 23 y siguiente)
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- ¿Qué es eso que va volando?- Solo soledad sonando. (Pág. 39)
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La begonia sin olorsus verdes hojas estirapara mirar lo que miratras la ventana, el amor:la primavera, surgidadel pico de un ruiseñor. (Página 40)
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Alga quisiera ser, alga enredada,en lo más suave de tu pantorrilla.Soplo de brisa contra tu mejillaArena leve bajo tu pisada. (Pág 52)
Hay mucha belleza en este libro. No te lo pierdas. Si el autor del prólogo agradece a su profesor de literatura, Ramón Álvarez, que le descubriese a Ángel González, yo no he dejado ni un día de agradecer a Eduardo García que me presentara al poeta asturiano nacido en 1925.
Francisco Javier Illán Vivas