Hago esta pregunta en voz alta, a raíz de un altercado que sucedió en un céntrico y conocido restaurante, siendo nosotros una de las partes beligerantes, y para ser sincero, tras la discusión, o mejor dicho intercambio de criterios, con los camareros y la encargada del local, aún no sé quién llevaba la razón. El conflicto surgió a la hora de pedir el vino. Esto estoy totalmente seguro que pedí a una camarera, como siempre suelo hacer, una referencia “low cost”. No está la cosa como para tirar la casa por la ventana. El criterio tan simple que seguimos, y perdonen los talibanes de la enología, es elegir dentro de los más económicos, nunca el más barato, alguno cuyo nombre nos suene y que no hayamos probado. Algo imperdonable, lo sé, pero así somos nosotros. El vino que pedimos fue Laderas del Sequé. Un tinto joven con crianza que entraba dentro de estos parámetros en los que nos solemos mover. No pasó mucho tiempo cuando se acercó un camarero distinto a la señorita a la que habíamos pedido el vino, con una botella de vino El Sequé, en este momento, aunque aún no somos conscientes de ello, se produce el error del que aún no sé quién es el responsable, y que trajo una desagradable consecuencia, al menos para mí.De manera muy ceremoniosa y protocolaria, el camarero nos mostró la botella y nos advirtió que era la última de las botellas que le quedaba, por si teníamos la intención de pedir otra. Por el número de comensales y por nuestra afición a beber con moderación, le dijimos que no importaba, que seguramente solo tomaríamos una botella. Siguiendo una estudiada ceremonia, el camarero descorchó la botella, dio a catar y tras el visto bueno procedió a servir el resto de las copas dejando botella y corcho sobre la mesa.La cena discurrió con una grata normalidad, pues tanto la conversación, el servicio como los platos que iban trayendo ayudaban a activar las endorfinas creando una sensación placentera que se quebró a la hora de pedir la cuenta, y no por lo elevada de esta. Al revisarla antes de pagar, me llamó la atención el precio de la botella que habíamos bebido y disfrutado. Se acercaba al doble de lo que marcaba en la carta. Al informar al camarero, nos trajo la carta con la referencia cobrada. Y es aquí donde estriba la duda de quién es el que lleva la razón. Si no son las dos partes quienes tengan razón. ¿Quién debe pagar el pato? Mientras que yo pedí Laderas del Sequé, la camarera entendió simplemente El Sequé. Ahora entiendo lo del ceremonial del servicio y advertir que solamente le quedaba una botella. Seguramente con el otro vino no hubiera habido tanta parafernalia. Una pequeña diferencia que trajo cola. La camarera que tomo nota aseguraba que yo había pedido solamente Sequé. Estoy seguro que alguien más entendido nada más ver la botella habría corregido al camarero del equívoco. En esto llegó la encargada e hizo una simple pregunta. ¿Le han enseñado la botella antes del descorche? Efectivamente, el camarero, en uno de los paso del ceremonial había enseñado la botella y en ella ponía El Sequé. Como argumento diré que, no me estudié la carta para saber que tenían las dos referencias y además, desde mi lego conocimiento, la etiqueta me sonaba aunque mientras hago este articulo y busco información veo que en nada se parecen la una a la otra. Pero eso lo sé ahora. Mi único argumento, y estaba totalmente convencido de tener toda la razón, era que nosotros habíamos pedido LdS y ese era el que deberíamos pagar teniendo en cuenta siempre la buena fé.Al final, después de deliberar entre la encargada y los camareros, tomaron la decisión de cobrar el que habíamos pedido y no el que habíamos bebido. ¿Fue esta la decisión correcta? Yo en ese momento pensaba que sí, más, he estado reflexionando sobre el suceso y cuanto más lo pienso más dudas me surgen, porque si bien es cierto que pedí LdS, no lo es menos que disfrutamos de un vino superior, que nos habían enseñado, aunque no fuimos conscientes de ello hasta la hora de pagar. La diferencia apenas estaba en unos 12 euros, pero creo que en este caso el dinero carece de importancia. Lo que me molestó es que en un primer momento dudaran de mi palabra, que pensaran que les estaba intentando engañar, pero analizando el asunto en frío me surgen dudas. ¿Porque decidieron darme la razón? De manera salomónica, dejamos una propina superior a la que íbamos a dejar. Aproximadamente el 50% de la diferencia de las botellas. Pero el mal sabor de boca que me dejó el incidente tras una maravillosa cena y lo que es peor, la desazón ante lo que ignoro qué postura era la moralmente correcta, me ha hecho plantearme y plantearos esta duda. ¿Tiene siempre la razón aquel que paga? Y si no es así, ¿dónde está el límite? Ni que decir tiene que el vino, como casi todos los vinos estaba delicioso.