5 junio 2014 por cuinpar
Me dice mi abuela que me calle, que no me signifique, porque como en este país pase algo, que no es difícil, a mí me llevan por delante de las primeras. No sabe, la pobre, que pocas probabilidades de que eso ocurra hay. Que me he convertido en una de esas que nunca se cae, porque nunca corre; que en las manifas, cuando voy, me quedo siempre en la retaguardia, porque las aglomeraciones me dan ansiedad y que cuando paso por delante de los nacionales procuro no establecer contacto visual, por no perder un ojo. Por no tener ni Twitter tengo, así que por ahí tampoco caigo, con lo fácil que sería.
Que a ella le gusta Pablo Iglesias, pero que yo no vaya a esas reuniones que hacen, que siempre hay alguno quedándose con los nombre y las caras, como antes. Yo le digo que no se preocupe que yo no ando en esas y sospecho que no me cree. Debería hacerlo, pero me da vergüenza explicarle que ni siquiera les voté porque estaba demasiado ocupada haciendo lo mejor que sabemos hacer los zurdos: buscar discrepancias y que si son galgos o podencos.
Ayer, en medio del rebujito de los acontecimientos, leí una entrevista a Julio Anguita en la que decía que vale ya de menear banderitas y pensar en la II República, que había que olvidar el pasado (la cínica que me habita inmediatamente pensó que se refería a la famosa pinza con el PP, pero no) y sentarse a trabajar, a ver qué clase de República queremos y cómo la vamos a manejar. Y créanme que es lo más sensato que he oído en estos tiempos. Me dieron hasta ganas de volver a la acción.