Posted on 3 junio, 2012 by juanmartorano
Maryclen Stelling
En la actual carrera preelectoral, las encuestadoras, imbricadas “sin querer queriendo” en el juego electoral, se han convertido en una suerte de poder electoral paralelo con sus sondeos y predicciones en torno a resultados del 7-O. Los candidatos y sus maquinarias, analistas políticos y el electorado en general evalúan y discuten los resultados en tanto “verdades” premonitorias, provenientes de una fuente de información indiscutible.
Los sondeos, despreciados por el candidato aparentemente estancado, podrían engolosinar al que puntea. El 19 de mayo, la agencia EFE destacaba que “las encuestas siguen dándole malas noticias al candidato de la oposición Capriles Radonski”, quien, sin embargo, afirma que su candidatura “tiene loco al Gobierno” y amenaza: “Chávez, prepárate porque te voy a ganar el 7 de octubre. Hasta en Miraflores van a votar por Capriles…”. El candidato oficial, aun cuando confía en la victoria electoral “por nocaut el 7 de octubre”, llama a la unidad, a evitar el triunfalismo y pide no subestimar al adversario.
La información es poder y, en el caso de los sondeos, ese poder proviene supuestamente de la capacidad de leer la mente de los electores, saber lo que quieren, sienten y aprecian. En teoría, esa información hace la diferencia entre una campaña exitosa o perdedora.
Suele definirse la democracia como el gobierno de opinión, y de allí el peso que se les asigna a los sondeos en el proceso electoral y hasta en la gestión de gobierno. Nos recuerda Sartori que las opiniones son convicciones frágiles, débiles y variables condicionadas por la manera como se formulan las preguntas y por las respuestas que pueden ser improvisadas y hasta inventadas sobre asuntos que se desconocen. Alerta sobre la posible manipulación en el diseño de las encuestas y destaca que quien se deja manipular por los sondeos, es posible que se deje engañar por la falsedad.
Denuncia el excesivo poder de esos instrumentos, cuyas credenciales democráticas son espurias. Sin embargo, casi todos se rinden ante la inevitabilidad de los sondeos y ello conduce a una suerte de nefasta sondeo-dependencia. De manera tal que el gobierno de los sondeos se basa en opiniones desinformadas, suerte de “voces públicas” inmersas en un incesante flujo mediático, incapaces de distinguir entre lo verdadero y lo falso.
*Profesora de la Ucab
maryclens@yahoo.com
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