Imagen extraída de www.abc.es
El próximo septiembre hará veinte años que saqué el carné de conducir y, gracias a Dios, nunca he sufrido ningún percance de consideración. Quizá porque siempre me he preocupado en cumplir a rajatabla las normas de circulación. Aún recuerdo a algún monitor de la autoescuela que durante las prácticas me volvía loca mandándome a acelerar y desacelerar durante todo el trayecto.
Justo lo que acaba de hacer el Gobierno nacional, que hace unos meses nos obligó a reducir la velocidad máxima en autopistas y autovías a 110 kilómetros por hora y ahora se desdice y decide suprimir la medida, anunciando que a partir del 1 de julio, los conductores volveremos a poder circular a 120 kilómetros por hora.
Resulta que lo que hace poco se nos vendía como una formidable medida para fomentar el ahorro, ya no sirve para nada. Total, que más da si el barril de petróleo ahora está más barato. Que se gastan 230.000 euros (elpaís.com) en pegatinas para cambiar las señales; pues nada ya lo recuperaran en multas, digo yo. Y cuando vuelva a subir el petróleo, pues ya volverán a inventarse algo. Desde luego no serán sus sueldos los que se bajen para reducir gastos.
Lo cierto es que una acaba harta de tanto despropósito. Sinceramente, lo mismo me da ir a 110 que a 120 por la autopista, porque no creo que la diferencia sea tan sustancial. Lo que me parece estúpido es esta “pelea de perros” entre ellos mismos, que sólo es una evidencia más de las incoherencias de los que nos gobiernan.
De todas formas, yo ya hace tiempo que he cambiado todas las bombillas de mi casa por las de ahorro energético y corbata, no tengo intención de usar. Por si les da por cambiar eso también.