La democracia francesa está considerada como una de las de mayor calidad en el mundo. A pesar de ello, en la patria de los derechos, las libertades y el sufragio universal, el 40% de los galos aceptaría un régimen autoritario en su país y dos tercios se muestran favorables a un gobierno tecnócrata, es decir a entregar las riendas del poder a los expertos y no a los políticos elegidos en las urnas.
La conclusión principal que se desprende del estudio de IFOP es que una buena parte de la sociedad francesa estaría hoy dispuesta a decirle "adiós" a la democracia.
Cansados de la democracia degradada y sin ciudadanos que se ha impuesto en Occidente, donde los gobiernos no rinden cuentas y la participación ciudadana en las decisiones es nula, los franceses apuestan cada día mas por un dirigente fuerte, capaz de emprender reformas que el país necesita urgentemente, aunque éstas sean impopulares. Se trata de un cambio de estructura para dotar a la República de mayor agilidad en los mercados económicos, laborales y de producción. Apremian reformas para ganar competitividad y bajar el desempleo en un contexto en el que el gasto público se acelera sin cesar y supone demasiadas cargas para el Estado. La degradación económica es profunda y hay que actuar. Francia lleva más de 40 años sin un presupuesto equilibrado y sin hacer reformas, con una pasividad más que ostentosa ante los desafíos de la globalización.
Si el panorama de Francia es desalentador, imagínese el de España, país campeón del desempleo, el avance de la pobreza, la desigualdad entre ricos y pobres, el endeudamiento alocado, el despilfarro, la corrupción y el rechazo de la clase política por parte de los ciudadanos.
Los datos no indican que en Francia haya un apetito irresistible por el fascismo, sino que existe una insatisfacción muy profunda, aclara Jerôme Fourquet, director del Departamento de Opinión Pública del Institito IFOP.
Cuatro de cada diez franceses están convencidos de que hombres políticos elegidos por sufragio universal carecen de audacia y valentía suficientes para tomar decisiones e instaurar reformas capaces de sacar a Francia del hoyo y evitar su declive.
Esa enervante y decepcionante falta de audacia y valentía en los políticos es claramente evidente en España, un país al que la torpeza y cobardía de sus dirigentes está llevando hasta límites de deterioro casi insuperables, entre ellos la desigualdad y la ruptura de la nación.