Ácido láctico: el amigo pesado.

Publicado el 24 abril 2015 por Esferatextual

No es una novedad: cuando hacemos ejercicio, nuestros músculos demandan energía.

Esa energía suele ser suministrada gracias al metabolismo de azúcar, un proceso que efectúa en presencia de oxígeno. No obstante, cuando el ejercicio es demasiado intenso el cuerpo requiere de una ayuda para descomponer la glucosa, y entonces comienza a trabajar también anaeróbicamente (esto es, sin presencia de oxígeno).

El ácido láctico o lactato es el resultado de ese proceso anaeróbico (metabolismo glucolítico).

Cuando el ejercicio es muy intenso, con corta duración (levantamiento de pesas, correr a gran velocidad…) se lo denomina anaeróbico.

¿POR QUÉ ES ÚTIL EL ÁCIDO LÁCTICO?

En un primer momento, aporta energía. Si el ejercicio es intenso, pero no extenuante, el cuerpo irá absorbiendo el lactato para alimentar tus músculos. No obstante, este proceso es temporal.

Como su nombre indica, el lactato “acidifica” la zona, al no tener tu cuerpo tiempo de asimilarlo completamente (pasadas un par de horas tras acabar el entrenamiento, el ácido láctico desaparecerá). Esta acidez tiene efectos en tus músculos:

  • Inhibe las enzimas encargadas de descomponer la glucosa, quitándonos energía (paradójicamente).
  • Impide la contracción muscular, al evitar que el calcio se una a las fibras.

Tu cuerpo puede utilizar varios minutos el ácido láctico como energía. Tras ello, comenzará la cuenta atrás.

Tras esto, podemos decir que el lactato nos advierte del límite. Cuando aparece, lo hace para dar un extra de energía que nos permita acabar el ejercicio y calmarnos un poco, ya que el músculo no está recibiendo la cantidad de alimento energético que requiere.

La presencia de ácido láctico se advierte con la sensación de ardor muscular que trae.

EVITAR LA FATIGA

Hay formas de retrasar el ardor muscular, para poder lograr un entrenamiento más prolongado. Aún así, debemos entender que el lactato es necesario, ya que nos está indicando la proximidad de fallo. Forzar tu cuerpo, ignorando cuando te habla, puede ser contraproducente.

  • Entrenar: es la medida más simple. Si tu cuerpo se habitúa a hacer ejercicio a menudo, cumpliendo tu rutina, desarrollará mecanismos para paliar la falta de energía, así como será más eficiente energéticamente.
  • Hidratarse: el ácido láctico es soluble en agua. Si estás bien hidratado, el ardor será menor.
  • Buena oxigenación: antes de comenzar a entrenar, respira profundo, llena tu cuerpo de oxígeno.
  • Calentamiento: es vital para activar el músculo. Calentando correctamente antes de entrenar, preparamos nuestro cuerpo para afrontar ejercicios más demandantes. Recuerda que el lactato aparece cuando tu cuerpo no tiene tiempo de descomponer la glucosa aeróbicamente. Dale tiempo a activar el mecanismo metabólico.
  • Sé sensato: si sientes dolor, disminuye intensidad. A menudo un pequeño descanso nos hace más eficientes que un gran entreno sin parar.
  • Estiramiento: aunque tu cuerpo eliminará el lactato por sí mismo, y se ha demostrado que éste no produce agujetas, ayúdale. Estira tus músculos para evitar acumulación de residuos, que traerán contracturas no deseadas.
  • Dieta: alimentos ricos en magnesio, proteína B y ácidos grasos son una genial opción.

Conociendo mejor cómo funciona tu cuerpo… ¡Cuídalo! El ardor es síntoma de que lo haces bien… pero sé sensato.