En la contratapa del miércoles 28 de diciembre de Jornada, el primer diario gratuito de Mendoza, Roberto Suárez, se refirió a la salud de Cristina Kirchner en su columna “Cáncer en el poder”. En un párrafo afirma que la presidenta será operada por el cirujano Pedro Saco, jefe del Departamento de Cirugía Oncológica del Hospital Austral, perteneciente al Opus Dei, una entidad vinculada a la Iglesia católica.
Siendo yo egresado de la Universidad Austral, escribo lo siguiente, en un intento de aclarar este caso puntual y de paso, evitar que la esa lógica del taximetrero se expanda.
El Hospital Austral no se hizo con dinero del Opus Dei. La Universidad Austral, tampoco. Por lo tanto no le pertenece a ambos. No existe un instrumento financiero o sociedad anónima llamada Opus Dei, definido por la Iglesia católica como una prelatura personal. Las residencias del Opus Dei en Mendoza no lo sostiene una sociedad anónima o ONG, sino que el aporte de los estudiantes que allí viven y el aporte de algunos colaboradores.
El Hospital Austral, como la Universidad Austral, la Universidad de Los Andes de Chile o las universidades de Piura (Perú) o de Navarra (España) son universidades privadas cuyas enseñanzas religiosas están a cargo de personas de personas vinculadas a la obra que puso en marcha San Josemaría en 1928. Lo mismo ocurre con los colegios Los Olivos y Portezuelo de Mendoza, ambos con muy buen nivel de enseñanza, ya que trabajé en uno de ellos y doy constancia de ello. Y no lo sostienen Opus Dei S.A. o algo parecido, sino que la cuota de los mismos alumnos.
La parte empresaria o monetaria, en todo caso, está integrada por personas –algunos de ellos, empresarios- que participan o colaboran con esta obra de la iglesia católica, cuyos miembros en Mendoza se los puede conocer en la web del Arzobispado de Mendoza.
La Universidad Austral como su hospital de Pilar no reciben fondos de Roma o de alguna cuenta secreta del Opus Dei, como la lógica del taximetrero obliga a pensar cuando se lee el facilismo “pertenece al Opus Dei”. Una de las razones por las que estudié allí fue porque a los estudiantes del Interior nos becaron en ese entonces con el 50 por ciento, incluida personas no católicas. Así me resultaba igual estudiar en Mendoza que en Buenos Aires, con la diferencia que en la Austral jamás aprobaría una materia estudiando desde la parada del colectivo hasta la Universidad, como sí lo era en ese entonces en algunas materias de la Uncuyo, y además la currícula incluía aportes de todas las ideologías y puntos de vista, y no quedaba todo reducido a la visión excluyente de la izquierda, como lo era en ese entonces y aún lo sigue siendo hoy la Uncuyo. Por otra parte, ya en esos años -hablo del 92 al 96- tuvimos materias como Comunicación Corporativa, Diseño, Ética Periodística y Derecho a la Información, bastante innovadoras para el momento, y la duración total de la carrera era de cuatro años, y no cinco, como en Mendoza. Valía la pena, entonces.
Recuerdo que en 1992, mientras cursaba allí también trabajaba en el multimedios América, del entonces Eduardo Eurnekián. Una vez fui a la pequeña cocina del canal a tomar un café y le confesé a una conductora del noticiero del 13 que estudiaba periodismo en la Austral: ella inmediatamente me miró al rostro y me dijo, con tono despreciativo, “eso es del Opus Dei”. El prejuicio de la ignorancia religiosa al máximo, como hoy continúa en los medios.
La política de la Austral ha sido la de exigir con calidad y lo demuestra con el hecho de no quedarse estancado con el edificio Grafex, donde hice la facultad, sino que en extenderse a Pilar, donde construyó un campus que no conozco y luego un hospital universitario que en poco tiempo adquirió prestigio, y donde será intervenida la presidenta Kirchner.
Respecto al Opus Dei como literalmente dueño, si así lo fuera, nos hubieran obligado a los alumnos a estudiar el pensamiento de Josemearía Escrivá de Balaguer, volcado en sus libros Camino, Surcos y Amigos de Dios. No fue así. En los dos años de Teología jamás leímos un texto del fundador del Opus Dei. Y ningún alumno judío o ateo fue obligado a estudiar Teología. Sebastián, compañero de estudio y practicante judío, aprobó Teología tras leer un libro de Juan Pablo II, sin la exigencia teológica que tenía el material que estudiábamos los alumnos católicos . En definitiva, ¿qué es?
Ser del Opus Dei no es ser de una mafia o una logia de poder que recorre los sectores más poderosos del país y que se financia con fondos oscuros de la política y de las empresas, como lo puede ser la Cámpora. Ser del Opus es simplemente ir a misa todos los días, llevar una vida austera –aún dentro de un buen pasar económico, como en el caso de muchos-, comprometerse con la unidad en la familia y participar de las charlas, catecismos, misiones y otras actividades que lleva a cabo este grupo católico en todo el mundo. El film Inspirados para Amar lo explica muy bien: se trata de hacer bien las cosas ofreciendo a Dios cada acción del día. Ser del Opus Dei no es más que eso.
En fin, toda esta chorrera de palabras para advertir el peligro de simplificar afirmaciones como las hechas en Jornada -quizás el autor los expresó sin querer-, pero que inconscientemente en muchos lectores puede pasar desapercibido, pero en otros lleva a esa lógica del taximetrero intelectual sustentada en prejuicios, que en ciertas ocasiones hacen muy buen uso ciertos conductores radiales o personas que tienen como enemigo en común, en este caso concreto, a la Iglesia católica, y que se esfuerza en encontrar la ocasión mínima para lanzar un dardo para dejar una huella anticlerical en los medios, en Google, en lo que sea. Mi experiencia en los medios así lo corrobora. Y me parece sano aportar esta dosis de antivirus a la desinformación, aunque haya tenido que emplear más de mil palabras.