Acolytes

Por Saltparadise
By Juanjo in General

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ACOLYTES. (AUSTRALIA, 2008)

Director: John Hewitt/

Productores: Stewart and Wall Entertainment/

Guión: Sp Krause, Shane Armstrong, John Hewitt/

Fotografía: David Franzke/

País: Australia/

Música: Mark Pugh/

Intérpretes:  Joel Edgerton, Michael Dorman, Sebastián Gregory, Hanna Mangan-Lawrence, Joshua Payne/

Duración y datos técnicos: 81 min. Color.

El año 2008 se presentó como un periodo muy productivo para el cine de terror australiano. Películas como “Lake Mungo” (2008) o “Dying Breed” (2008), se presentaban en las salas acompañando a la que ahora nos ocupa, “Acolytes” (2008) de Jon Hewitt.

La historia se teje con dos muchachos llenos de secretos, una especie de psicópata para nada al uso, una joven que sirve de elemento principal para mantener una pretendida tensión sexual y el cadáver de otra joven que bien me pudo recordar a la mítica Laura Palmer.

Lo que en principio y sobre el guión podría vislumbrarse como una tópica historia de thriller de terror, acaba convirtiéndose en un ejercicio de estilo genuino y personal, donde se advierten multitud de influencias interesantes pero donde John Hewitt consigue estilar un muy particular y mezquino universo.

El sombrío, lejano y solitario ambiente forestal sirve para enviar un mensaje de acritud hacia el espectador y los personajes, conformando así su estilo macabro, soñador y en su esencia bastante lyncheano. La intimidad, la soledad de los bosques, el paraje solitario que ofrece el barrio residencial donde ocurren los hechos, sirve como perfecta ambientación para cometer las atrocidades interiores mas deshonestas e impuras.

Este largometraje quedaría definido como un típico y tópico largo de terror, en sus propuestas narrativas, realizado con ese estilo tan personal del autor, que bebe de muy diversas fuentes. Esa fusión entre tensión sostenida y golpes de terror típicos, con su golpe sonoro sincronizado, provocados a modo de relámpagos, por su celeridad y efectividad definen a esta curiosa obra. El resultado final está muy lejos de ser espectacular, pero deja un montón de detalles y buenas intenciones por parte de Jon Hewitt. A las características básicas de un thriller de terror, el autor añade un tono detectivesco, que resulta efectivo y entretenido aunque queda en cierto modo empañado, por esos personajes adolescentes. Si el guión hubiera planteado  personajes adultos con algo más de profundidad y análisis de caracteres, la apuesta habría sido realmente apetecible. Aún así, esta idea de tratar personajes que son prácticamente niños, le ofrece al director una herramienta eficaz a la hora de ejecutar las escenas más terroríficas, ya que facilita que el espectador se retuerza ante lo macabro que resultan esas escenas, precisamente por la edad de sus personajes.

Tiene referencias a Mad Max (1979) y a la tradición de cine de terror australiano en especial gracias a un deportivo negro, que en algunas escenas consigue producir cierta incomodidad y también a “Largo fin de semana” (“Long Weekend”, 1978) por ese especial logro dotar a la naturaleza de entidad y alma y de conseguir dejar la sensación de que acecha a los protagonistas como si tuviera voluntad. Pero las influencias no se quedan ahí. Al tratarse de la primera cinta profesional del director, destaca el interés que ha tenido a la hora de reflejar los estilos de directores que admira. Se perciben a parte influencias, como digo de David Lynch, sobre todo de “Twin Peaks” (1990) de “Psicosis” (“Psycho”, 1960) de Hitchcock, y en esa tradición australiana del “Patrick”(1978) de Richard Franklyn. Todas estas influencias son buenas para la cinta, aunque por momentos, alejen la atención del espectador fuera de la propia narración.

Si los actores no rozarán la mediocridad, podría haber sido una mejor película, pero a esa buena dirección, le faltan intérpretes que puedan hacernos sentir cierta empatía o una mayor identificación con sus causas, que por otra parte, es a veces nula. Excepto la actuación de Joel Edgerton, que también hemos visto en  “Animal Kingdom” (2010) y “La Cosa” (The Thing, 2011), las interpretaciones son simplemente del montón.

El uso de un “Rosebud” particular representado como una mariposa o incluso el diseño de vestuario, con esas camisetas, valga la redundancia, de diseño, van tejiendo distintos componentes destinados a la idea final de hacer una película con una clara vocación independiente; y definiendo la mejor virtud de esta cinta, que es la dirección de Jon Hewitt. Merece la pena verla, simplemente por advertir ese gran trabajo de dirección, aunque el guión haga aguas más de una vez. Los planos contrapicados con los árboles de fondo, creando un efecto que alarga las figuras de los actores de forma muy sugerente, el trato y el uso de la cámara como un personaje más, desconocido para el espectador dejan al descubierto una habilidad muy interesante del director para el suspense. Amén de esos planos a contraluz tan interesantes.

Este a veces mediocre guión, puede por momentos producir cierto tedio y la actitud mocosa de sus protagonistas le hace perder enteros, pero aún así se disfruta como un ejercicio de personalidad. Aún así plantea recursos entretenidos, como el uso de los recuerdos como arma para aterrar al espectador, a modo de flashbacks que sin ser original, consigue causar un efecto de acritud y tensión, pero comete el error más clásico. Esos típicos golpes sonoros que sirven para asustar, cuando la propia imagen flaquea. El componente dramático de la cinta, en su realidad familiar y en el sentimiento paterno-filial que va desgranando a lo largo de las secuencias, favorece al pequeño universo personal que el autor pretende implementar.

La fotografía de David Franzke posee cierto encanto y logra ambientar de forma a veces bucólica las escenas. Crea la sensación de que siempre está a punto de llover, con cielos repletos de nubes con tonos grisáceos y azulados, muy en concordancia con lo que el director quiere contarnos. Hay planos de edificios muy del estilo de David Lynch, de colores puros, muy blancos, bajo ese cielo tormentoso, que dejan muy bellos fotogramas.

La música de Mark Pugh con un tono muy independiente, aleja a la cinta de una forma más de los cánones comerciales, aportando de nuevo un toque “underground” al conjunto estético.

El buen trato que se le da a los efectos especiales en las escenas más violentas, como las ralentizaciones de las escenas, aumenta el efecto de la violencia de forma subliminal.

Una apuesta de terror diferente, con los mimbres más clásicos.