2013 14
posted by Zulema de Mamá es bloguera on Zu: Aprendiendo con dos enanos
Nuestros hijos desde que nacen y sin necesidad de saber hablar, nos expresan sus necesidades y emociones. Si nuestro pequeño es un bebé y tiene hambre, llorará, al igual que si tiene frío o necesita contacto físico. El llanto es su forma de comunicación para expresarnos su necesidad.
A medida que va creciendo, su llanto aparte de expresar necesidad también puede expresar alguna emoción que no es capaz de poner en palabras, por ejemplo desconsuelo o frustración. Aunque nuestro pequeño vaya madurando y ya no le veamos tan pequeño, no debemos olvidar que como niño que es, hay cosas que aún no sabe expresar de otra forma. Somos nosotros los adultos, teniendo ese conocimiento ya adquirido por nuestra madurez los que debemos darles herramientas para aprender a gestionar esas emociones, sin olvidar que con razón o sin ella, tienen derecho a sentirlas. Obviamente muchos adultos no tuvieron ayuda en su aprendizaje de gestionar emociones, y esto a la hora de ser padres, complica un poquito más en muchas ocasiones el entender todo lo que conlleva y la gran importancia para el desarrollo del niño.
En esta etapa aún complicada, muchos papás terminan optando por probar métodos totalmente conductistas como puede ser la tabla de premios, donde sí, los métodos son efectivos pero, ¿te has parado a pensar qué les enseñas realmente con ellos?
Veamos este vídeo donde se nos enseña a crear esta tabla, y prestemos atención real a los premios que muestra como adecuados la persona que se muestra:
Mi opinión totalmente personal es que no podemos condicionar el contarles un cuento a nuestros hijos ni el jugar con ellos, entre otros. De este modo el mensaje real que les estamos dando a los pequeños es que para tener nuestra atención, para poder jugar con sus padres debe cumplir unos requisitos. Es como venderle el tiempo de juego o su cuento, ya que le pedimos algo a cambio de ello. Aquí para el niño se pierde la importancia real que tiene el cumplir una norma, o realizar alguna tarea, porque lo que marcamos para ello no es esa importancia ni los valores necesarios, sino el premio posterior. Igualmente pasa si el premio ofrecido al niño es algo material.
Otro método conductista es la famosa silla o rincón de pensar (a veces resulta ser también la habitación del niño). Sobre esto no puedo añadir más a lo que Cristina García nos explica:
Hay momentos en los que como padres podemos llegar a saturarnos, bloquearnos mental y emocionalmente y optar por un método conductista. Cuando eso suceda, somos nosotros los que deberíamos pararnos a reflexionar qué va a aprender realmente el pequeño. Si el acto que hacemos de verdad le dará las herramientas para entender y aprender a superar esa situación sin que vuelva a repetirse y de esa forma, educar, o si por el contrario nuestro hijo corregirá la conducta no porque haya aprendido nada, sino por miedo.