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En otras ocasiones ya he abordado el complejo asunto del bullying o acoso escolar, en artículos en charlas o en formación en centros escolares y educativos, para profesionales de la educación, familiares, o programas adaptados a la correcta comprensión de niños y adolescentes. En algunas ocasiones me llegan consultas sobre acoso escolar impregnadas de gran preocupación y serios problemas emocionales. El bullying no es un problema reciente, el fenómeno de la agresividad entre escolares viene de lejos. Sin embargo no ha ocurrido lo mismo con la intranquilidad y el interés con el que se ha afrontado este problema. En la actualidad el asunto del "maltrato entre iguales" despierta una preocupación enorme en nuestras sociedades. Las conductas de persecución y agresión física, psicológico o moral realizadas por un alumno o grupo de alumnos sobre otro, con desequilibrio de poder y de manera reiterada, asustan por su capacidad destructiva sobre las víctimas, pero también por los efectos negativos que tienen sobre la construcción de la realidad de los agresores (directos, social indirectos o pasivos). Y porque en unos u otros casos los entornos familiares sufren enormemente, especialmente cuando a los adultos el problema nos es invisible hasta bien avanzada la situación de acoso y maltrato. El suicidio de adolescentes nos golpea con frecuencia y sin clemencia para recordarnos que hemos sido los últimos en enterarnos de lo que estaba sucediendo en el colegio, en el instituto o en contexto aproximados. Proyectos de intervención escolar como el SAVE (Sevilla anti-violencia escolar), o el Programa Educativo y Preventivo "Convivir es vivir", así como otras iniciativas de prevención de la violencia en los centros educativos a través de programas de mediación de conflictos entre pares en escuelas y en grupos de educación no formal.
En una situación de acoso escolar, aquellos que son objeto de mofa, insultos, humillaciones, son ridiculizados y/o agredidos físicamente, habitualmente delante del resto de compañeros quienes, en general, comparten esta situación de forma tácita, experimentan una realidad asfixiante, un impacto emocional al que no saben como responder y ante el que sienten un vacío y aislamiento rotundo y severo, así como una impotencia insoportable.
Estadísticamente e el abuso escolar afecta a uno de cada cuatro alumnos, lo que resulta una barbaridad inadmisible que debemos esforzarnos en cambiar a la mayor brevedad. Datos reciente establecen que durante la ESO (Enseñanza Secundaria Obligatoria, en España), más del 34% de los niños aseguran sufrir insultos, entre el 30% y el 33% confiesan que les ponen motes, les esconden las cosas; entre un 8%-14% manifiestan que son ignorados, les roban cosas o son amenazados. La acciones de agresión física, los acosos sexuales y la obligación gregaria para hacer cosas contra su voluntad se mueven en entre 1,7 y 4 4% de la población encuestada (Fuente: El País, 2004). En general los estudios sobre el bullying escolar y en especial las acciones dirigidas a corregir estas situaciones violentas en las aulas, han estado focalizadas sobre la figura de la víctima.
Pero
¿Qué ocurre cuando el "verdugo" es nuestro hijo/a o familiar directo? ¿Qué hacemos cuando participan activa o pasivamente en el acoso de algún compañero del colegio? ¿Qué consecuencias tienen para estos jóvenes este tipo de conductas?
Como padres nuestras reacciones dependerán del grado de implicación de nuestro hijo en el feo asunto de un acoso escolar. Por lo general suele ser de incredulidad y rechazo. Y lo siguiente es un sentimiento de culpabilidad y la interrogación de buscar aquello en lo que hemos fallado en la educación de nuestros hijos. En algunas ocasiones a los padres les asaltan las dudas sobre el modelo educativo que han desarrollado con sus hijos. Sin embargo no es el estilo educativo en sí mismo el responsable de estas conductas, salvo que el mismo esté basado en la negligencia (que es otra forma de maltrato); lo que suele distinguir a los niños acosadores, especialmente a los más activos y agresivos y a los que alentan de forma encubierta a otros hacia el hostigamiento es una predisposición constitucional consistente en tener muchos problemas para sentir emociones, desarrollar la conciencia y aplicarse autocontrol. El bully (matón), que dentro de los participantes en un acoso escolar son los menos numerosos suelen presentar a esas edades y en la adultez alexitimia ( trastorno desadaptativo psicológico caracterizado por la dificultad para identificar las propias emociones) si no se trata a tiempo las conductas de desprecio y falta de empatía hacia los demás. Como vemos, en los casos de acoso escolar, la intervención terapéutica alcanza a todos los agentes implicados. Y también algunos profesores y familiares, dado que la condición de "expectador", es decir aquel que conoce la situación de acoso y no hacen nada por evitarla, es frecuente en este tipo de maltrato.
Aunque tener en cuenta el perfil del acosador es esencial, tanto para entender las conductas de violencia como para poder desarrollar planes de prevención del acoso escolar, debemos huir de ciertos estereotipos que no siempre son ciertos. La violencia física, psicológica y social se produce en cualquier centro educativo y entre niños de distintos niveles sociales. Es decir, los niños y niñas que participan en situaciones de acoso no siempre o no solo son aquellos con un historial de baja calidad en las relaciones con sus padres y ambientes hostiles y denigrantes; o aquellos otros "niños bien" mediatizados por la soberbia y las relaciones de afectividad interesada, sector en el que, por cierto, se está produciendo un aumento de padres que denuncian a sus hijos por malos tratos hacia sus progenitores ( sobre este asunto pueden leer mi artículo: el petit emperador). La victimización entre iguales tiene también unas características sociales muy determinantes que definen a estos agresores, suele ser muy frecuente, por ejemplo, que actúen agresivamente algunos chicos ubicados en los que son los de mayor edad debido a su condición de repetidores de curso. La falta de integración escolar es un exponente que nos debe poner sobre aviso de conductas inadaptadas del menor. La exposición a mucha violencia en la televisión o en los videojuegos es algo que también nos debería poner sobre alerta.
El acoso escolar es grave, además de por lo comentado anteriormente y porque estas situaciones dramáticas provocan serias consecuencias psicológicas en la infancia y en el futuro, como personas adultas, porque supone una vulneración de los principios y derechos básicos de la infancia, cosa que obliga a padres y educadores a buscar una rápida y efectiva solución a las situaciones de bullying. En este sentido, cuando no se sabe ciertamente como actuar ante estos casos, se ha de buscar el asesoramiento necesario para que una situación de maltrato escolar quede abortada en sus inicios.