ACOSO Y DERRIBO
Aquí estoy, en mi cubil, leyendo lo que me acaba de llegar: “Protocolo de actuación frente al acoso sexual y por razón de sexo”. ¡Qué asco me da este tema! ¡No lo puedo remediar! ¡Y qué asco me dan todos estos lobos que andan al acecho de la presa! ¡Y qué asco me dan las falsas víctimas que denuncian sin causa! Que también las hay, para qué nos vamos a engañar. En mi opinión no es cuestión de normativa, ni de leyes, esto es cuestión de educación, de principios. Si te enseñan en tu casa que el trabajo dignifica, que debes cumplir con tu deber y que si un jefe quiere abusar de ti o un compañero te hace una faena, lo que debes hacer es plantar cara al problema sin que trascienda: eso es lo que llevas ganado. Llevo casi treinta años como Funcionaria y me ha tocado de todo: acoso sexual, laboral, declaraciones de amor, flores, adulaciones, galanterías, insultos, invitaciones, regalos… Está claro que la jornada laboral da para mucho. Esto que enumero no sólo lo he vivido yo, esto existe desde que el mundo es mundo: somos humanos y como tales, algunos son más débiles que otros. Lo cierto es que he salido indemne y esa es la mayor satisfacción que he tenido en mi vida laboral: haber salido ilesa de toda agresión. Voy a dar una receta, que tal vez le pueda venir bien a alguien. Primero de todo conviene saber de qué pie cojea el jefe; si es un hombre de principios y los aplica, sin problema. Si al jefe se le va la vista, te hace un requiebro a solas y te invita a tomar algo: ¡Peligro! Claro que rechazar al jefe también puede dar lugar a un conflicto, porque eso significa que habrá represalias: ¡Peligro! Lo digo por experiencia, rechazar al jefe conlleva: que no te den cursos, cumplir el horario a rajatabla, quitarte trabajo, sufrir el aire acondicionado en los riñones y salidas de tono sin venir a cuento… Esto me sucedió no hace mucho tiempo. ¿Cómo lo solucioné? Iba a denunciarlo cuando otro jefe que estaba por encima, vio mis intenciones -ya tenía las pruebas preparadas- y me paró los pies a cambio de dar solución al problema. A veces logra imponerse la cordura. En los casos de acoso lo peor es amedrentarse y dejar que pase el tiempo sin hacer nada, sin poner manos a la obra. Cuando el problema te rebasa hay que solucionarlo con sentido común y con los medios a tu alcance.Y es que cuando el “machito” de turno no obtiene lo que quiere, lo que desea, entonces se encabrona y va a por ti para hundirte, humillarte y en ese momento es cuando hay que lanzar el desafío, plantar cara. En este caso que acabo de contar logré dar la vuelta al tema, de hecho, el “machito” ni se enteró de mis intenciones. Me apartaron de su radio acción, pero él seguía entrando en mi despacho para machacarme; yo le sonreía afablemente y le contestaba con calma pero con contundencia. Pero qué se puede esperar de un hombre sin principios ni formación, pero jefe al fin y al cabo. Esto en cuanto a jefe sin principios ni formación, pero los hay peores: los que van sobrados de formación y carecen de principios. Estos tienden trampas, mienten, te adulan, te ofrecen complementos, vacantes y por si fuera poco te los encuentras en el metro y te declaran su amor por la calle. Y cuanto más dices no, más ciegos se ponen y como son muy inteligentes, entonces no dudan en aplicarte una sutil presión psicológica. A este tipo de hombre, que lejos de humillarte te adula, que lejos de quitarte te da, que es educado en extremo contigo, resulta difícil quitártelo de en medio y mucho más enfrentarte a él sin motivo. Este hombre lo que quiere es enamorarte y no dudara en emplear la maquinaria precisa para conseguir sus objetivos. Claro que este hombre no sabía con quién se estaba jugando los cuartos y yo, harta de la situación, ni corta ni perezosa lo llame al orden. Le dije que bueno, que él no entraba en mis planes y que no insistiera más en el tema. Aquí pasó lo inesperado: el jefe acabó enamorándose de mí para su desgracia.Por otra parte estos tipos no son conscientes de su brutalidad, de lo que hacen, aun sabiendo, eso sí, que están abusando de su cargo. Porque cuando todo vuelve a su cauce, no son capaces de recapacitar ni de enmendar la acción, ni de pedir perdón: ellos quieren satisfacer sus deseos o verte humillada, hundida. Ellos en su superioridad, además, son cobardes. Una compañera en circunstancias parecidas a las mías no supo parar la acción y el tema trascendió, se sentía mal, fatal, lloraba. Me decía que se sentía impotente y avergonzada. Te agreden y encima luego vienen los comentarios, las dudas y la desconfianza queda sembrada… ¿Qué necesidad hay de esto?Otro punto a tener en cuenta son los compañeros; esos compañeros que están con el jefe y con los que no puedes contar. Esos compañeros que hacen causa común con el jefe porque a ellos les beneficia tu situación de acoso. Eso también va para nota. Me revuelve el subconsciente este protocolo contra el acoso, porque esto a mí no me sirve para nada y a los demás no sé... El acoso es un pulso más que te echa la vida, una trampa más y el miedo es un estorbo que te paraliza y en esa parálisis es cuando van a por ti. En el caso de que seas fuerte, entonces, lo primero que hacen es tambalearte, confundirte, esperar el momento propicio para colarse y golpear sin piedad. Pero conmigo no han podido y lejos de machacarme, he crecido y he salido indemne de todas las situaciones pisando los cristales rotos. Resulta amargo lo que estoy contando; pero no me han amargado la vida y siempre me he levantado contenta para ir a trabajar. Y aunque son los menos y los cuento con los dedos de una mano, luego están los grandes hombres, los grandes jefes, los elegantes, los que dan la talla, esos hombres que adoro porque son hombres de principios que saben estar siempre a la altura de las circunstancias. He tenido jefes que han sido más compañeros que jefes y he sido también amiga de mis jefes. Y digo, hombres y jefes, porque hasta la fecha mis jefes siempre han sido hombres. Uno de estos grandes jefes se encontró con un caso de acoso, se trataba de una compañera recién llegada; esta compañera le expuso el tema y le contestó: Vaya a su despacho, tranquila, este tema lo voy a solucionar inmediatamente. Y así lo hizo, llamó al Fulanito y le dijo: Vaya pidiendo destino, que se lo vamos a dar. Esto es solventar rápido y evitar un conflicto.La funcionaria Maravillas es una caricatura parlante más de este blog y como tal, no puedo terminar esta entrada sin una nota de humor. Hace tiempo que decidí que el jefe no representaría para mí ningún peligro y que en todo caso, yo sería un peligro para él. De hecho, cuando tengo que exponerle algún problema le aporto directamente la solución. Mis soluciones son… brutales. Cuando las oye, se me queda mirando como si viera una aparición; yo pongo cara de haber hecho una trastada y a continuación mi jefe me suelta riéndose: Maravillas, ¡cómo acojonas!