Mariano Rajoy pretende que le creamos. Que creamos lo que dice. Que no podemos elegir, que no queda otra, y que todo es por nuestro bien. Como siempre. La obscena imagen de los ministros y diputados del PP aplaudiendo los recortes, algunos con gesto muy sonriente, evidencia lo alejados que están de la gente de la calle. El rosario de agravios a costa siempre de las clases medias, de los desempleados, de los funcionarios, de los consumidores, y de tantos otros, lleva el sello indeleble de Bruselas y evidencia, sin tapujos ya, que somos un país intervenido con un presidente tutelado.Pero el monstruo, y si no al tiempo, no tendrá suficiente. Nunca es bastante para él porque es insaciable. Nos obligan a comulgar con ruedas de molino y, encima, pretenden que nos aproveche. Nos pedirán incluso hasta sacrificios humanos y se los daremos sin rechistar. El principio del fin de Zapatero, escuché decir ayer, comenzó un 10 de mayo de hace dos años y Mariano Rajoy ya tiene su 10 de mayo. Pretende que nos traguemos que al final del sacrificio nos espera la recompensa, cuando para muchos lo que está en juego es su propia supervivencia y la de sus familias. ¡Ya está bien!