Por lo que he leído en los comentarios de la prensa británica, este último «incidente» es una maniobra del Gobierno español para distraer la atención de la crisis económica, etc. A ver, melones, que en la prensa española no se dio cancha a esta noticia, ¿qué me estáis contando?
Relato los hechos.
Al alba y con viento de poniente, pasaba hace unos días la patrullera de la Armada Española P-22 «Tagomago» a cinco kilómetros de Gibraltar. La guardia costera gibraltareña, que es como una exnovia despechada, se puso a gimotear como siempre y pidió auxilio a la Royal Navy.
-Almirante, los spaniards están invadiendo nuestras aguas.
-¿Estas seguro, mushasho? Mira que el mar es mu' grande.
-Tan seguro como el mismito tren de Glasgow.
Y allá que mandan el HMS Sabre a interceptar al Tagomago que quedó fondeado a unas tres millas (es un buque que hace misiones de vigilancia del narcotráfico e inmigración ilegal, cosas bastantes prosaicas y comunes en el estrecho). El marinero de primera Peláez, empieza a escuchar mensajes por radio del buque británico. Que esa es zona azul y ahí no se puede tener la nave, que nos han pedido que os echemos y como no os vayáis, mardito roedore, se van a reír de nosotros en el casino.
El marinero de primera Peláez mira a su comandante, este mira por los prismáticos y contacta con la comandancia. Ningún comandante es aventurero y nadie quiere pillarse los dedos. Desde la comandancia de marina le dicen que están en aguas españolas y que ya puede venir el arzobispo de Canterbury a decir misa. Así que el comandante del Tagomago le dice a Peláez que le diga al comandante inglés que lo de la zona azul y las aguas territoriales británicas está muy bien, pero que no va con él.
Y el comandante del HMS Sabre insiste con que los españoles se tienen que ir, que si no, se van a reír de él mucho en el casino. El comandante del Tagomago se lo piensa. Al fin y al cabo da igual fondear aquí que allá. Pero luego llega a la conclusión de que está en su casa, y que si deja su casa porque se lo dice una nave extranjera, su jefe lo canea. Así, entre recibir una colleja de su jefe y crear un conflicto con la Armada Británica, prefiere la segunda opción.
Por espacio de casi una hora, el HMS Sabre no para de decirles que se vayan, que corra el aire, y la Tagomago, que ya recibió unos cuantos tiros en su día, dándoles largas. Finalmente, a la hora de comer, arrancan máquinas y siguen su camino.
Un par de días después, un diputado conservador de la Cámara de los Comunes, medalla al mérito por la guerra de Bosnia, el coronel Bob Stewart, cuya actividad legislativa es, digamos, limitada, coge el -por otra parte común- incidente y suelta: «May I gently remind the House that an illegal incursion into British Gibraltarian sovereign waters is actually, technically an act of war?». Y según decía la frase, toda gently y flemática ella, varios funcionarios del Foreign Office se llevaban las manos a la cabeza. En plan capitán Picard.
La situación de las aguas que rodean a Gibraltar no está clara para nadie. Si bien el Tratado de Utretch menciona las aguas del puerto, a cinco kilómetros es dudoso que esas aguas pueden considerarse puerto.
Así que me imagino que alguien del FO habrá llamado a alguien del ministerio de Exteriores un tanto avergonzado y asegurado que en la Cámara de los Comunes se dicen muchas cosas. La Cámara de los Lores es otra cosa, pero en la de los Comunes aceptan a cualquiera y la situación no dejó de empeorar desde que pusieron grifos de ginebra en los baños.