Actualizando el mito de la caverna

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hoy te quiero hablar a ti. Pronto cumplirás quince años y estoy muy orgulloso del niño que has sido y la persona que eres. Somos muy afortunados al tenerte y yo, en concreto, me siento muy feliz de ser tu tío. Tal vez hoy no seas del todo consciente (o sí), pero también tú eres afortunado al tener al padre y a la madre que tienes, personas de valores firmes, que te proporcionan libertad y hacen todo lo posible por darte el mejor futuro.

Por eso estoy tan preocupado por el abismo que se abre ante ti y ante otros jóvenes como tú. No entiendo por qué el sistema educativo no pone ningún énfasis en procurar que te interese leer, estudiar, formarte... No a ti. A ninguno de los que han nacido digitales ¿Qué está fallando cuando existe un abismo tan grande entre generaciones que deberían estar mucho más formadas que la nuestra? Escuché no hace mucho que era una tragedia lo que está ocurriendo en España, supongo que en muchas partes de Europa: Los jóvenes del siglo XXI son la primera generación que está menos preparada que sus padres. No lo había pensado hasta ese momento y ya se ha convertido en mi pequeña gran obsesión. ¿Conoces el mito de la caverna? Probablemente no, y lamentablemente no es lo único que desconoces.

Quisiera saber qué clase de sistema educativo es ese en el que un joven de quince años no sabe quiénes fueron Isabel y Fernando. Se le está robando la posibilidad de conocer a los Reyes Católicos y su capital importancia en lo que hoy es España, con lo muy bueno y lo malo. He llegado a pensar que interesa mucho más explicar que fuimos una malvada potencia colonial, que sometimos y enfermamos a los americanos, y que extorsionamos sus economías y les impusimos un Dios. Y que todo eso se cacaree y que tengamos casi que pedir perdón por no se sabe qué. Yo al menos no lo sé.

En ese sistema, el mismo joven ignora que existió un Muro de Berlín, fruto de una gran guerra que dividió el mundo durante décadas. Que miles de familias, de la noche a la mañana, quedaron separados sin remedio, que no podíamos movernos hacia determinadas zonas de nuestro propio continente y que ellos tampoco podían viajar como lo hacemos hoy. Que esa gran guerra todavía hoy sigue trayendo consecuencias y que seguimos inmersos en un mundo de bloques y dicotomía.

Un sistema en el que ese joven ignora que hubo una época, hace escasos siglos, en que todo lo que hoy es asfalto, edificios y desarrollo incontrolado, alguna vez fue un campo verde. Todo lo era. Que un día se inventó la máquina de vapor y se aplicó a los telares (¿Sabes qué es una tela y cómo se fabrica?) y luego a los medios de transporte. Que hubo una primera Revolución industrial a la que siguió una segunda, y que un día dejamos de vivir amarrados a los campos para vivir amarrados a las máquinas, lo mismo que hoy estamos amarrados a la tecnología, pero que fue el germen de un avance ideológico y de una Revolución Francesa que nos hizo ganar las primeras libertades que hoy disfrutamos. Y que están eternamente en peligro.

Y podría seguir, pero no tiene sentido hacerlo. Cuando expreso mi honda preocupación por la falta de una base cultural sólida en nuestra juventud me siento muy solo y triste. Si yo me siento así, cómo puede sentirse el profesorado, esas personas que tienen que lidiar a diario con la falta de preparación y hasta de objetivos por parte de todos esos proyectos vitales que no podemos dar por perdidos.

Me sorprende que los gobiernos no estén tan obsesionados como yo en que ese sistema educativo sea el mejor posible, sino en el más sencillo, el que garantice más aprobados y desde luego el que más se adapte a sus filias y fobias políticas. Cada nuevo gobierno se emperra en meter la cuchara en la educación pública, pero no sé si para mejorarla, para dotar de herramientas al profesorado y a las familias, en tecnificar de verdad las aulas, en integrar a quienes han elegido España como lugar para vivir, vengan del país que vengan. Lo mismo que se consiguió edificar un pacto nacional sobre el terrorismo, las pensiones, la igualdad entre mujeres y hombres, pienso que se nos va la vida en conseguir cuanto antes un gran acuerdo sobre la educación.

Con un PowerPoint de catorce pantallas con una letra inmensa y dibujos no se enseña a un joven, ni encargando trabajos que ya hasta una aplicación de móvil te puede preparar, y desde luego no ayudamos a nadie cuando se rebajan las exigencias para acceder a la Universidad. ¿Por qué se llama selectividad? ¿Tal vez porque conlleva una selección para que sean los mejores quienes tengan formación académica? Claro, así hasta la Universidad está dejándose la excelencia por el camino, cada vez más política y menos excelente, y hasta amenazan con simplificar las oposiciones para que la función pública se adapte a este mundo en el que hemos renunciado al liderazgo.

Si has llegado hasta aquí, por favor, no pienses mal sobre mí, no soy una persona elitista. También creo en la formación profesional y en sus múltiples aplicaciones y enfoques, e igualmente creo que si nuestra juventud prefiere no estudiar también es lícito. Pero sería muy hipócrita si no te digo lo que realmente pienso sobre los nocivos modelos que se están implantando en esta sociedad nuestra en la que todo el mundo se considera capacitado para ser influencer, y en el que se ha instalado un absurdo "lo que quiero es que mi hijo/a sea feliz".

Yo me pregunto en qué momento la felicidad empezó a estar reñida con inculcar valores y formación, y quedó reducida a sencillamente una búsqueda del placer por el placer.

Y estoy plenamente seguro de que lo principal que ha de enseñarse a nuestras niñas y niños es la importancia del liderazgo. Tenemos la obligación de enseñarles la importancia de ocupar esos espacios, mujeres y hombres juntos, para que no nos encontremos con la paradoja y la desgracia de seguir perpetuando generaciones que son mucho más incultas y menos emprendedoras que las nuestras.

Esa libertad que da el conocimiento y la verdadera capacidad crítica, la que nos hace poner en cuestión presente y pasado para ganar un futuro mejor. Son demasiados años de despreocupación respecto a la formación de quienes ya, de hecho, son nuestros médicos, abogados, ingenieros, políticos... En efecto, eso tan tonto que se dice sobre quienes serán los que paguen nuestras pensiones. Quienes voten y, con seguridad, nos gobiernen. Personas menos formadas que nosotros, los que no somos nativos digitales, y que ignoran que están en ese abismo que se ha abierto en la sociedad española, quizás en todo el mundo.

Alguno me dirá y, de hecho me lo dicen, que ya está bien de memorizar, que es mucho mejor que se enseñen "cosas prácticas", educación en valores y mucha más informática. ¿Por qué enseñar ortografía si el ordenador o el móvil ya ponen los acentos por ti? ¿Qué sentido tiene que "obliguemos" a alguien a saber quiénes son Isabel y Fernando, que hubo un Muro en Berlín y que existieron una revolución industrial y una revolución francesa cuando la inteligencia artificial ya te hace el trabajo? De qué valores me hablas cuando a la vez que me enseñas a escribir todos y todas, permites y hasta fomentas esas canciones misóginas y repugnantes en las que se habla de bajar las bragas a una mujer y aplaudes que pierda su dignidad perreando desde que es una niña, incorporando modelos horrorosos de sometimiento que creíamos erradicados. Así pensamos, ese es el futuro que queremos, un mañana en el que ese liderazgo del que hablo lo ejerzan las máquinas, sean ellas quienes juzguen, diseñen, operen y hasta, por qué no, nos gobiernen.

Paso horas reflexionando en todo esto y me siento un poco como el cautivo de la caverna de Platón, liberado de unas ataduras que me hacen ver un poco más allá, intentando convencer al mundo que me rodea de que esas imágenes que se proyectan en nuestra caverna son pura fantasía que nos han puesto delante para que no analicemos nada más. Y que algún día seré linchado justo por haber despertado.

Es probable que tampoco conozcas el mito de la caverna. ¿Por qué te lo iban a enseñar, si eso sería ayudarte a entender y pensar... Están haciendo justo lo contrario, amarrándote por el cuello a la pared de la caverna para que solo veas esas imágenes que no son la realidad.

No permitas eso, ahora que vas rumbo a los quince años. Ni tú ni ninguno de los que hoy son como tú. Toma las riendas de tu vida, sal de la caverna y entiende el mundo que te rodea para que seas siempre un poco más libre.