Dos becarios de un famoso diario acaban de ser despedidos por protestar porque se negaron a publicarles una información sobre los llamados escraches de Ada Colau, la agitadora profesional antidesahucios que nunca fue desahuciada.
Habían descubierto que la mayoría de quienes la acompañan acosando a políticos del PP tampoco son desahuciados, sino “militantes de la solidaridad”.
Como los becarios temen que nadie les contrate si firman su historia en la red o se conoce su nombre en otros medios, sólo se la narraron a gente cercana: así le llegó al cronista.
Los escrachistas españoles, piqueteros acosadores en lunfardo, el dialecto chulesco argentino, exigen que el Parlamento apruebe su “Iniciativa Legislativa Popular” que han elaborado porque la avala millón y medio de firmas.
Hay otras iniciativas populares con muchas más rubricas que casi no merecieron atención, como la de los católicos contra el aborto.
Ada Colau está vinculada, como acaba de descubrirse, a “La Haine”, (El odio), el movimiento internacional antisistema que difunde el odio de clases y que frecuentemente es violento.
Siendo de la extrema izquierda agresiva, aunque de apariencia apacible porque le conviene en este momento, cuenta con el apoyo de parte de la izquierda parlamentaria para que se haga ley ese documento que de aprobarse posiblemente haría que ningún banco concediera una hipoteca a nadie que no fuera ya millonario.
En los años 1940 también se escrachaba en España. El padre del cronista, de 96 años, aún recuerda cuando masas de falangistas y curas idealistas y revolucionarios tan exaltados como Colau, iban a la casa familiar a aterrorizar a quienes vivían allí.
“Marcar” a la gente es un crimen. Hasta la aparición de Colau los últimos marcados en España eran las víctimas de la kale borroka, que después podía matar ETA.
También exigían que se legislara obedeciendo documentos con muchas firmas abertzales.
Mañana puede aparecer alguien con muchos más millones de apoyos reclamando un cambio constitucional que imponga la pena de muerte.
Y ese movimiento no sería menos legítimo que el de Colau, de mucha labia que oculta su verdadero origen, como Girón de Velasco o Pasionaria.
En Argentina nunca se sabe si los piqueteros del escrache, matones peronistas, son nazi-fascistas o comunistas.
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SALAS