Seres humanos, perfectamente imperfectos, adictos al placer de la vida, la felicidad, al amor, a los retos y al éxito. Seres humanos que nos encontramos en continuo cambio ideológico, sentimental y social. Inconformistas buscamos siempre algo más, algo nuevo, diferente y excitante.Se suele decir que somos complicados, y es cierto, lo somos. Los que no se consideren complicados, deberían proponerse serlo. Lo normal nos aburre, lo complicado nos entretiene y excita. Y como somos seres tan perfectamente imperfectos y por consiguiente, seres humanos complicados, no sé por qué, pero nos enamoramos de lo imposible. Cierto es también que desde pequeños nuestros padres, abuelos y profesores de matemáticas nos han dicho que no hay nada imposible, solo hay que luchar para que lo imposible que convierta en posible. Supongo que por eso cuando yo era pequeña ponía tanto empeño enintentar volar saltando desde lo alto de un muro con una capa estilo Superman, me enamoré del Monstruo de las Galletas y practicaba trucos de magia. En fin, dulce juventud, dulce inocencia, que bonita fue. Pero nunca hemos dejado de enamorarnos de lo imposible. Nos enamoramos de algún componente de Nsinc, actores como Brad Pitt o de nuestro profesor de deportes y, soñábamos con cómo que ellos suplicaban por nuestro amor. Ahora, adulta dentro de lo que se puede considerar, veo que nada ha cambiado. Seguimos buscando lo difícil, lo complicado, lo imposible. Me recuerda a cuando jugaba al Tetris. Me podía pesar horas enganchada intentando encajar las piezas. Con cada nivel que subía, más se complicaba encajar las piezas de forma correcta, pero más me divertía, y ni un segundo habría pensado en volver a repetir el nivel básico que era mucho más sencillo y en el que conseguía encajara todas las piezas. El nivel básico se había convertido en aburrido, a pesar de que en él pudiera encajar todas las piezas a la perfección.Siempre quería seguir intentándolo con el siguiente nivel, más complicado, donde las piezas no encajaban del todo.Cuanto más costaba intentar encajar las piezas, más me excitaba, más empeño ponía en superar el nivel y me enfrentaba con ansia al siguiente. Había un tope, no recuerdo bien si llegaba hasta el 20 o el 30, pero claro está que el último nivel, el más complicado, por mucho que nos lo pasáramos, nunca nos llegó a aburrir. Algunos quizás no habrán jugado al Tetris o estarán cegados con el Candy Crash, pero supongo que la excitación de alcanzar el siguiente nivel, el más complicado, sigue siendo la misma. Siempre vamos en busca de un nuevo reto, en superarlo y ver que aventuras nos puede traer el siguiente. Al final el amor no es mas que otro juego que nos apasiona. Podemos encontrar al amor perfecto, donde todas las piezas parezcan encaja a la perfección. Pero parece que eso no nos basta. Cuando las piezas encajan con facilidad nos falta algo. Por mucho que nos fastidie, somos humanos, somos complicados, masoquistas, idiotas o como lo quieran llamar, pero el amor imposible y complicado, por muy consientes que seamos de lo imposible y complicado que es, es el que más ansiamos conquistar y el que más cuesta olvidar.Nos envolvemos y enganchamos a dramas estilo película Dinviny de los domingos por la tarde. ¿Por qué nos complicamos tantos? Solo somos simples humanos. Pero complicarnos la vida se ha convertido en una nueva disciplina que quizás se represente próximamente en los Juegos Olímpicos.
Gracias padres, abuelos, profesores, Hollywood, pics del facebook, gracias a todos por hacernos creer en lo imposible y hacernos perder la cabeza por él, que aburrida sería la vida si fuéramos conformistas. He aprendido a ver la vida como un juego. Un juego divertido, en el que a veces se gana y otras se pierde. Un juego en el que se engaña y se hace trampa. Cambiamos de contrincantes y de equipo. Cuando nos cansamos de un juego, buscamos uno más divertido, más retos, más aventuras, en continua búsqueda del éxito. Nos proponemos metas y objetivos, cuanto más nos cuesta conseguirlas, más satisfechosy mayor felicidad nos proporcionará cuando las alcanzamos. Y así sigue el circulo vicioso de la vida. Al final hay personas que se conforman con llegar a casita cuando juegan al parchís, y otras que se excitan intentandocomerse al compañero de juego.