Hubo unos días en agosto y septiembre de 1988 en los que pareció posible que la democracia volviera a Birmania. En esos días aparecieron dos movimientos que parecían llamados a jugar un papel importante en esa futura Birmania democrática. Uno fue la Liga por la Democracia y la Paz que creó el 28 de agosto de 1988 el ex-Primer Ministro U Nu. La LDP reclamaba la herencia de la Birmania constitucional de los 50 y era más un partido de viejas glorias que un movimiento dinámico que supiera atraer a los estudiantes que en esos momentos se movilizaban. El otro partido relevante que nació en aquellos días fue la Liga Nacional por la Democracia.
La LND la crearon el 24 de septiembre de 1988 Aung San Suu Kyi, que se había convertido en un símbolo para los manifestantes de aquel agosto, Aung Kyi y U Tin Oo. Resulta interesante que Aung Kyi y U Tin Oo fueran ex-militares; de hecho la LND atrajo a personas que habían trabajado con el dictador Ne Win y que, o bien habían sido defenestrados, o bien para 1988 estaban más que desencantados con él. La base principal de apoyo de la LND en esos días estaba constituida por los estudiantes que habían salido a la calle y por viejos veteranos de la política que, desconfiando de U Nu, cuya ejecutoria había sido menos que brillante, prefirieron a la hija del líder de la independencia, Aung San.
Aung San Suu Kyi pronto se convirtió en la líder indiscutible de la LND. En su favor jugaban el ser la hija del héroe de la independencia, el no haberse visto envuelta en la turbulenta política birmana de los años 50, su falta de experiencia política, que le proporcionaba una frescura que a U Nu y a sus asociados les faltaba, y su carisma. Aung San Suu Kyi abogó por la no-violencia. Posiblemente lo hiciera con convicción auténtica, pero también resulta que era la única postura realista, estando como estaban casi todas las armas en manos de los militares. En esos meses Aung San Suu Kyi hizo una serie de giras por el país, que atrajeron a las masas y cimentaron su imagen de símbolo de la democracia que se quería para el país. Un aspecto remarcable de esas giras es el carácter didáctico que les daba Aung San Suu Kyi. Quería que los birmanos, después de 30 años de dictadura aprendieran lo que significaba la democracia.
Algo que ni tan siquiera Aung San Suu Kyi pudo evitar fue que la LND se viera afectada por ese mal constante de la política birmana, el faccionalismo. En la LND surgieron dos facciones, la de los estudiantes y la de los ex-militares, que gravitaba en torno a U Tin Oo. Les separaban cuestiones ideológicas y generacionales. Aung Kyi acabó abandonando la Liga y formando su propio partido, al considerar que los elementos izquierdistas tenían demasiado peso en la LND.
El 20 de julio de 1989 Aung San Suu Kyi y los príncipales líderes de la LND tuvieron la primera experiencia de algo que se convertiría en un motivo recurrente en sus vidas durante los siguientes 20 años: el arresto. Los militares estaban cada vez más inquietos con la popularidad que iba cobrando la LND y temían tenerlos en libertad en vísperas del primer aniversario de las masacres de agosto de 1988.
Muchos preveían que las elecciones anunciadas por los militares para mayo de 1990 serían una farsa. Los militares habían perdido tanto contacto con los procesos electorales (el último había tenido lugar en 1960), que se les había olvidado cómo se perpetra un fraude electoral en condiciones. Debieron pensar que, con muchos de los líderes políticos detenidos y las restricciones impuestas a las actividades políticas de los partidos durante la campaña electoral, la victoria de sus muchachos, el Partido de la Unidad Nacional, sería coser y cantar. Tal vez fueran los únicos que no se habían dado cuenta de lo impopular que era el régimen militar en el país. Los resultados de las elecciones fueron abrumadores: la LND recibió casi el 60% de los votos y obtuvo 392 de los 492 escaños en liza. Aung San Suu Kyi se sintió naturalmente legitimada para gobernar el país y se fijó como objetivo el establecimiento de una democracia multipartidista en Birmania. Los militares, que nunca habían pensado realmente en abandonar el poder, empezaron a arrastrar los pies. De pronto se acordaron de que las elecciones no habían sido para elegir un parlamento del que saliera un gobierno democrático, sino para elegir una asamblea constitucional.
El Comité Ejecutivo de la LND hubiera preferido la vía de la prudencia y tragar con los deseos de los generales, pero los miembros de base de la Liga estaban exultantes con la victoria electoral y no querían conformarse con menos que una transferencia inmediata del poder. El 27 de julio los generales reafirmaron su decisión de que primero había que redactar una constitución. Dos días después la LND lanzó un ultimátum: para septiembre los generales les tenían que haber transferido el poder. Lo malo de lanzar ultimátums a quienes tienen la sarten por el mango es que te pueden dar un sartenazo. A comienzos de septiembre el régimen militar comenzó a detener a miembros de la LND y trató de dividir a su sector de ex-militares del sector estudiantil. Las detenciones fueron acompañadas de acusaciones de que la LND estaba intentando desestabilizar el país, lo que dicho por los que habían masacrado a miles de civiles birmanos dos años antes tiene bemoles.
Septiembre de 1990 estableció el patrón para los siguientes años. La LND enarbolaría su legitimidad vía urnas y daría un ultimátum al régimen militar. Los militares reaccionarían con más represión y detenciones y vuelta a empezar. Llegó un momento en el que la LND ya ni se molestaba en lanzar un ultimátums. Bastante preocupada estaba con sobrevivir meramente. A finales de los 90 la relación entre los militares y la LND se convertiría en el juego del ratón y el gato. Una oleada de detenciones, cierre de oficinas y represión, seguida por algunas concesiones menores a la LND, generalmente motivadas por el deseo de los generales de no quedar demasiado mal ante la opinión internacional.
La LND en estos años mantuvo su carácter de símbolo de la democracia para los birmanos, pero lentamente empezó a perder contacto con la realidad social. Su liderazgo no se renovó, entre otros motivos porque las restricciones impuestas por los militares imposibilitaban la celebración de congresos que hubieran permitido la cooptación de líderes más jóvenes. También la presión del ejército hizo que muchos miembros se diesen de baja de una Liga, cuya membresía causaba tantos problemas. Aung San Suu Kyi, que es la líder más joven del Comité Ejecutivo Central, tiene 64 años. El Presidente de la Liga, Aung Shwe, tiene 92, el Secretario, Lwin, 85, uno de sus miembros, Lun Tin, 89, y U Tin Oo, 83. Un efecto del envejecimiento de los líderes es que han tendido a mirar hacia el pasado, hacia las masacres del verano de 1988 y las elecciones de 1990. No han evolucionado suficientemente con la sociedad. Esto se vio durante las manifestaciones de septiembre de 2007. Fueron capitaneadas por el denominado Grupo .Estudiantes 88, no por la LND, que posiblemente no llegara a entender todas las implicaciones del movimiento.
Cuando los militares anunciaron la celebración de elecciones en 2010, una de las grandes cuestiones fue si la LND participaría. De alguna manera había ahí una cuestión de legitimación. Si la LND participaba, estaría de alguna manera dando un sello de calidad a las elecciones. Al mismo tiempo, permitir que la LND se presentase y pudiese funcionar más o menos normalmente sería la demostración de la sinceridad del régimen militar. La sinceridad democratizadora del régimen militar ha quedado clara en todos estos años, pero para los ingenuos que todavía quedasen, el régimen decidió dar el do de pecho. En marzo aprobó una ley sobre partidos políticos que obligaba a la LND a expulsar a Aung San Suu Kyi de la Liga. Por si fuera poco, muchos de los líderes políticos de la Liga siguen detenidos. Cierto que también muchos estaban detenidos cuando arrasaron en las elecciones de 1990, pero uno sospecha que los militares han aprendido algo desde entonces y que una victoria abrumadora y por sorpresa de la oposición no está en los papeles.
La LND ha optado por no registrarse y no concurrir a las elecciones, con lo cual, de acuerdo con la ley de partidos políticos dictada por los militares en marzo, quedará disuelta . Ha habido quiénes han criticado la medida, pero visto lo visto, parece lo más inteligente. Si las elecciones van a ser un paripé, ¿para qué desgastarse? Más inteligente todavía: un grupo de jóvenes del partido se han escindido y han formado la Fuerza Democrática Nacional, que sí que participará en las elecciones. Me parece astuto: la LND no estará ahí para jugarle el juego a los militares, pero al menos habrá una representación de la Liga bajo otro nombre, para mostrar que los demócratas birmanos siguen vivos.