Lèa Seydoux es sin duda ese otro brazo de la balanza donde se sustenta el interés de la película, que retrata magníficamente lo que era y lo que significaba el status regio existente hasta entonces, y como ejemplo de lo expuesto, baste observar la forma de acercarse y alejarse de Seydoux de la Reina, que aún profundiza más en una especie de pozo de los sentimientos cuando confiesa que ella no es nadie. Su mirada, sus labios, su piel a la vez blanca y virginal, que contrasta con sus ojos, inquietos y nerviosos que buscan el porqué de lo que ven, son quizá el mejor ejemplo de la distancia que separa lo viejo y lo nuevo, lo perdido y lo que está por surgir, en el transcurso de unos días que cambiaron el desarrollo de la Historia de la Humanidad, y que Benoit deja en manos de los ojos y el corazón puro de la lectora de la Reina.
Reseña de Ángel Silvelo Gabriel.