Adiós a las armas

Por Louzan
Hemingway era un soberano hijo de perra. Misógino, alcohólico, violento... la cantidad de calificativos gruesos y descarnados que le dedican biógrafos y estudiosos es enorme. Un tipo que odió a fondo y que terminó odiándose a si mismo al extremo de pegarse un tiro.
Pero antes de todo eso, antes de ser un icono de tantas cosas, escribió. Escribió mucho y a veces muy bien.
Este año no he ido a "A Emoción dos Viños". Hay múltiples razones para ello, todas enormemente razonables y prosaicas (trabajo, tiempo, distancia...) y luego hay algunas que llevo días pensando si explicar o no. Y al final ha salido que si.
No fui a Celanova porque no quise. Hace ya mucho que el vino no me "emociona" y, de un tiempo a esta parte, la gente del vino tampoco. Hablo de la emoción solida del reencuentro anual, de las sonrisas educadas y la charla intrascendente. Hablo de querer ir a un sitio porque te sientes bien allí. Y ya no. Tal vez fui yo o tal vez la enorme educación de muchas personas con las que me cruce en el camino, pero lo cierto es que nunca he sido nadie especial en todo este batiburrillo de caras, abrazos y, porqué no decirlo, hipocresía comercial. Porque a A Emoción se va a vender, no lo olvidemos. Algunos, de hecho, llevan mucho vendiendo una realidad que no es y una filosofía que no aplican... pero ese será motivo de otro discurso y no de este.
El vino no me emociona como para conducir mas de dos horas a un lugar que, por desgracia, ya no me aportará mucho más que unas pocas sonrisas forzadas y mucha incertidumbre. Y aún así, me da pena. ¿Sabéis por quien lo siento de verdad?... por Marina. Marina Cruces es un espíritu puro, una persona como no creo que haya más de una docena en el mundo. A ella si me apetecía verla pero el resto de razones prosaicas y razonables me lo impidieron. Ojalá tenga posibilidad de darle un abrazo real en el futuro, más allá de los ejercicios de apariencias de muchos.
Mi ausencia de emoción por el vino y sus autores llega a la par que mi abandono de ciertas substancias y sospecho que ambas cosas tienen alguna relación. Porque siento que ya no soy la misma persona, en gran parte, que ensalzaba sin miramientos a las personas que elaboraban vinos de ensueño y que afirmaba (por escrito) que "es muy difícil hacer un buen vino sin ser buena persona".
Pues mira, no. Estaba equivocado. Es posible, ignoro si fácil o difícil, pero hay hoy entre nosotros malas personas, en el sentido estricto del insolidario, del que solo se mira su ombligo y del que cree ser poseedor de todas las cualidades que niega a los demás, haciendo vinos que pasan por buenos vinos, merecedores de estar en A Emoción.
Noooo, ni se me va a ocurrir decir cuales. Ya no es asunto mío, y me alegro. Pero ocurre, os lo aseguro, y no me apetecía ni lo más mínimo llegar a un lugar tan lejano para mi vida diaria como Celanova y encontrarme con tal o cual vino y volver a oír que si los sulfitos son veneno o que si la selección es la clave o que las variedades autóctonas son lo más. Y oírselo a personas que, después, lejos del foco y en privado, actúan como si todo esto no fuese con ellos y bien atentos a la cuenta de resultados. Porque "hay que comer", dicen, como si los que exponen hacienda y salud lo hiciesen becados por el estado y sin tener que preocuparse por llegar a fin de mes. De este tipo en Celanova este año hubo varios y no tengo cuerpo para hacer el pariré.
La otra buena razón para no ir partía de un experimento personal. Tenía un buen amigo, Jorge, que murió por un cancer de páncreas hará unos cinco años, que en 2011 puso en marcha un ejercicio realmente patético pero sin duda ocurrente. Anualmente teníamos una reunión de llamémosle "ex amigos de copas". Somos unos 12, de diferentes edades, unidos por noches etílicas y un enorme almacén de anécdotas, algunas cuasi delictivas, pero todas muy divertidas. Nos reunimos, cenamos, tomamos unas copas más o menos civilizadas y andando. Y año tras año no solía fallar nadie, hasta 2011 en que Jorge no vino. Al trabajar fuera y estar soltero nadie preguntó demasiado y tras la cena nadie se interesó por saber nada más de el. Pero unos seis meses después, ya en verano, me lo encontré. Nos cruzamos en A Coruña y lo saludé y el me correspondió. Y al preguntarle por su ausencia me dijo; "Vaya, eres el primero que me pregunta. He cruzado mensajes por múltiples cuestiones con algunos otros y absolutamente nadie me dijo nada ni me preguntó ni una sola vez porqué no había ido. Veras, es que ese sábado ingresé por una insuficiencia renal. En las semanas siguientes me detectaron varios nódulos y masas por todo el cuerpo, en los riñones sobre todo y desde entonces me han operado ya dos veces y he recibido quimioterapia otra. No fui porque no podía pero, seis meses después, eres el primero que me preguntan porqué. Gracias"
No volví a verlo, murió un año después. Lo peor de que no vayas es que no se note tu ausencia. ¿Lo peor?...no. Quizá es lo mejor. Que nadie te diga absolutamente nada sobre porqué no estuviste en un lugar al que estabas profundamente vinculado hace menos de un año dice bastante a las claras porqué muchos/as sonreían a tu paso o porqué determinado trato y proximidad. No hablo de los que si me preguntaron antes, porque esos no entran ni entraran en la misma categoría que aquellos/as que, como a mi amigo, no han tenido tiempo ni de preguntarse porqué el pesado aquel que tanto escribía y que ahora calla no se ha molestado en acudir a la edición de A Emoción que mayor repercusión mediática ha tenido nunca.
Pues que sepáis que ya no me emociona. Como en "Adiós a las armas", la guerra, sus obligaciones y equilibrios ya no me importan porque he descubierto que hay cosas mucho más importantes para mi.
Es la vida y el paso del tiempo. "El agua moja, el cielo es azul y el viejo demonio Jimmy anda suelto por ahí... y se hace cada día mas fuerte. Por eso debemos estar atentos hijo, por eso". Hay pocas cosas que no se expliquen en "El último Boy Scout" y esta no es una de ellas. Nos vemos.
* Foto de A Emoción 2017 sacada del perfil de Jorge Diez en Facebook.