Corría hacia mí con la mirada fija. Yo esperaba sentada en el portal, observándolo: los brazos fuertes que se balanceaban a un ritmo uniforme; el cabello castaño y largo recogido en una cola semejante a la de un equino, denunciando su afición por el heavy metal y que le azotaba la espalda cual látigo furioso. Viéndolo, recordaba la carta que le había enviado días antes, con la complicidad de mi amiga Sara.
Vida mía:
Quizás ni te has levantado todavía y ya te siento a mil kilómetros de distancia. Te extraño muchísimo, pienso en ti a todas horas, te recuerdo con cada detalle y colmas cada uno de mis sueños. Quiero que sepas que te quiero, aunque te suene raro que en tan poco tiempo de conocernos pueda decirte esto. Lo que estoy viviendo contigo es algo nuevo para mí en muchos sentidos. Cuando te fuiste en aquellos primeros días la incertidumbre me ahogaba por temor a que cuando volvieras actuaras como si yo no existiera y nunca nos hubiéramos conocido. Puede que te parezca ridículo pero contaba los días uno por uno rezando porque pasara el tiempo volando para poder verte.
Te quiero, te quiero, te quiero, y al decir cada vez esta frase una parte de mi alma se desprende en ello. Quiero que comprendas de una vez y por todas que representas para mí mucho más de lo que te imaginas.
Te extraño muchísimo, y más esta noche que está haciendo mucho frío y no voy a tener cerca el calor de tu cuerpo. No he podido conciliar el sueño aún y, abrazada a la almohada en la que solías hacer reposar tu cabeza, pienso en ti. Las sábanas aún conservan tu dulce aroma y me siento más cerca de ti en este instante de soledad y de desvelo.
Me gusta la manera en que sonríes, hablas, caminas… Cómo me miras, me besas, me haces el amor y me llevas a otra dimensión. En fin, me gusta todo de ti aún más de lo que podría expresar con palabras.
Desde la primera vez que te vi sentí hacia ti una atracción inexplicable, que crece cada día que pasa. Te quiero, te adoro y te echo de menos. No hay instante en que no venga a mi memoria cada gesto tuyo, cada mirada, cada beso… todo en mi vida es alegórico a ti. Como en la canción del Benny: “Cómo fue, no sé decirte cómo fue, no sé explicarte qué pasó, pero de ti me enamoré”.
Tuya en cuerpo y alma,
Tu eterna enamorada.
Al pasar la esquina trocó la agitada carrera por unos pasos lentos, comedidos. Ya estábamos muy próximos el uno del otro.
-Pensé que no te encontraría- dijo con voz entrecortada.
Permanecimos un rato en silencio. Frente a mí tenía al hombre por el que había suspirado toda mi vida.
-Tenemos que hablar-dijo mientras encendía un cigarrillo.
Entonces lo dejé entrar hasta la sala, tomando asiento uno frente al otro.
-¿Pasa algo?- conseguí decir- Te noto tenso.
-Tus ojos son dos luceros que alumbran mi noche sin luna.
-¿Qué?
-Te amo con todas las fuerzas de mi corazón- ripostó él, y la taza del té se deslizó de entre mis manos, haciéndose trizas contra el piso.
Ese recuerdo acudía a mi mente ahora que las palmas parecían decirme adiós. El auto volaba en la carretera.
Yo sólo contemplaba, huyendo, el paisaje.
Desde la muerte de Marcos no puedo hacer otra cosa.